lunes, 14 de julio de 2025

Aniceto Arce Ruíz, constructor de Bolivia

 

I

Aniceto Arce Ruíz nació el 17 de abril de 1824 en la ciudad de Tarija. Sus padres fueron el teniente coronel don Diego Antonio de Arce y la señora doña Francisca Ruíz de Mendoza. Aniceto era el último de nueve hijos. La familia residía en el campo, dedicada a las labores agropecuarias en el fundo de Charaja, cerca del pueblo de Padcaya. A la muerte de su padre en 1831, Aniceto recibió en herencia un caballo colorado, una repisa, un martillo, una batea y un barrenito, que en total valían 118 pesos con cuatro reales. Aprendió las primeras letras en la escuela de Padcaya y para ampliar su educación en 1835 su madre lo envió a la ciudad de Tarija a continuar sus estudios, bajo la “solícita e inteligente vigilancia” de su tío fray Baltazar Arce, que ejerció una profunda influencia en la formación de Aniceto Arce.

En el año 1838, cuando tenía 14 años, murió su madre Francisca Ruíz de Mendoza. A instancias de su tío, viajó a la ciudad de Sucre montado en el caballo colorado que recibió en herencia y con cuatro y medio reales para sus gastos, que no llego a gastar, por la hospitalidad que recibió durante el viaje. En Sucre fue acogido por una familia tarijeña de apellido Mora, con la que vivió por algunos meses hasta que consiguió una beca en el internado del Seminario de Sucre, gracias a la gestión de su hermano mayor Miguel Arce, que estaba terminando sus estudios para ordenarse de sacerdote.

Ingresó al colegió Junín en el año de 1842. Desde el inicio de sus estudios el año de 1838 se distinguió como un excelente alumno, especialmente en la materia de matemáticas. Recibió una amplia educación humanística que le dio una sólida cultura y una buena preparación para las ciencias exactas.

En el año de 1845 ingresó a la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de San Francisco Xavier. Terminó sus estudios el año 1846 y el 24 de abril de 1847 recibió el título de abogado en el grado de “doctor en grado mayor” después de aprobar su examen en la Corte Suprema. Por sus excepcionales dotes y preparación en matemáticas, fue requerido por el gobierno del general José Ballivián para formar parte de la Mesa de Estadística, encargada de recoger estadísticas del país a cargo del Dr. José María Dalence.

Terminado este trabajo volvió a Tarija con el propósito de reconstituir la hacienda de Charaja, pero prefirió aceptar el cargo de secretario de la prefectura. En 1850 fue elegido diputado por el departamento de Tarija, para concurrir al congreso convocado por el gobierno del general Manuel Isidoro Belzu en la capital de la República. Ante un violento plan de represalia y persecución con fusilamientos ejercido por el gobierno, el diputado Esteban Rosas presentó un proyecto de ley destinado a salvaguardar la vigencia de la constitución, que fue apoyado por Aniceto Arce. El gobierno reaccionó apresando a seis diputados. Uno de los diputados fue condenado a la pena de muerte, que no fue ejecutada y los demás fueron llevados a una prisión en la región de Guanay del departamento de La Paz. En Guanay Aniceto Arce se dedicó a lavar oro.

Con su compañero, el médico Facundo Carmona, se fugó de la prisión llegando al pueblo de Apolo, atravesando durante 27 días la espesa selva, alimentándose de lo poco que habían podido llevar, de lo que podían cazar y de frutas silvestres. En Apolo fueron socorridos por el vecindario con alimentos, ropa y algo de dinero, con lo que continuaron su viaje hasta la ciudad de Puno. El Dr. Carmona se quedó en Puno ejerciendo su profesión, Aniceto Arce decidió trasladarse a Copiapó de la República de Chile, con la venta del oro que recogió en Guanay y con el auxilio del Dr. Carmona. En Copiapó se estaba produciendo una bonanza económica por las minas de cobre de Chañarsillo, a donde se fue a vivir.

En Chañarsillo comenzó su actividad económica como criador de gallinas. Se hizo amigo de importantes banqueros y empresarios chilenos de apellidos Edwards, Cousiño, Concha y Toro, Gallo, Pereira, Cuadra y se hizo conocer por su educación, conocimientos, competencia y cualidades morales, de manera que consiguió el puesto de administrador de una de las minas de Chañarsillo.

Chañarsillo se convirtió en la escuela en la que Aniceto Arce aprendió minería. De allí salió como experto en explotación de minerales y administrador de empresas. Allí lo encontró don Avelino Aramayo, quien viendo sus cualidades de administrador le llevó en 1854 a Potosí, para que se haga cargo de la administración de su mina Real Socavón de Potosí. Aparte de ser administrador, Aniceto Arce se dedicó a estudiar sobre técnicas modernas de explotación de minerales.

Siendo administrador de la mina Real Socavón de Potosí, contrajo matrimonio, en enero de 1856, con Amalia Argandoña Revilla. Amalia era “una mujer sencilla, cristiana, abnegada, hacendosa e inteligente” con ella Aniceto Arce realizó un matrimonio feliz, aquel propio de una esposa virtuosa y un intachable hombre de hogar, que llevaba una vida austera, alejado de las liviandades de la vida ligera. Tuvieron cuatro hijos: Luisa, Carlos, Diego y Ricardo.

 

II

Huanchaca era el nombre del ingenio donde se procesaban los minerales de plata que se extraían en la mina ubicada en el cerro de Pulacayo. El descubridor y el que trabajó en la explotación de sus minerales, sin lograr resultado, fue don Mariano Ramírez. Ante la difícil situación en que se encontraba Ramírez, en la que ante la ausencia de producto, sus socios le estaban exigiendo la clausura del trabajo y el abandono de la mina, Mariano Ramírez recurrió a la opinión profesional de Aniceto Arce.

En Pulacayo Aniceto Arce estudió las características de la mina, su potencial mineralógico, los trabajos que tenían que hacerse para explotar la mina y las dificultades que se encontrarían para realizarlos. Su informe fue que la mina Pulacayo podía ser explotada con beneficio, pero bajo un marco diferente al que tenía Mariano Ramírez. Viendo el potencial que tenía la mina, le compró a Mariano Ramírez en junio de 1856 dos de las cuatro acciones que tenía en la empresa.

La empresa minera creada por Mariano Ramírez se llamaba “Sociedad Mineralógica de Huanchaca” y con la incorporación de Aniceto Arce quedó conformada además de su fundador, por Mariano Argandoña, Mariano Revilla, José Ignacio del Río y Juan Elías del Dúo. Se suscribió una nueva escritura y los antiguos socios exigieron la cesación de Mariano Ramírez de sus funciones de gerente y director. Contrariado por esta actitud transfirió sus acciones a Mariano Argandoña y Mariano Revilla.

Para dirigir las labores en la mina, los socios decidieron que se haría mediante la rotación de ellos en la dirección administrativa de la empresa. Como era de esperar y como Aniceto Arce pronóstico, el sistema no dio resultado alguno y la mina continuó siendo improductiva. Después de cuatro años de ser socio de la Sociedad Mineralógica de Huanchaca, cuando tenía 32 años, Aniceto Arce decidió volver a la actividad política. Fue amigo del presidente José María Linares y como miembro del partido rojo apoyó a su gobierno. Ocupó cargos en el rectorado del colegio Pichincha y en la fiscalía del distrito de Potosí.

En enero de 1861 fue derrocado el presidente José María Linares. En las elecciones convocadas en 1861 por la junta de gobierno para constituir una asamblea, Aniceto Arce fue elegido diputado por el departamento de Potosí. En las elecciones realizadas en 1862 José María Achá fue elegido presidente y nombró a Arce jefe político de Potosí y luego ministro de hacienda. Los dos cargos los ocupó en el año de 1862.

En el año de 1863 fue enviado como encargado de negocios a las repúblicas de Paraguay y Argentina, para obtener la cooperación del Paraguay en la navegación en los ríos Pilcomayo y Paraguay y con Argentina en el establecimiento de límites. El 8 de diciembre de 1864 el general Mariano Melgarejo derrocó al general José María Achá y se proclamó presidente de la república. Con la asunción del nuevo gobierno, Aniceto Arce decidió retirarse de la política y volver a la actividad minera.

De regreso a la Sociedad Mineralógica de Huanchaca, Aniceto Arce viendo que entre los socios no había un acuerdo posible para una administración seria y competente, les propuso asumir (el año 1865) la dirección de los trabajos en la mina, comprometiéndose a pagar a los accionistas 200 $b mensuales por cada acción y 2.000 $b al final de cada año. Arce tenía apenas una acción en la sociedad. Ante la aceptación de la propuesta, Arce vio por conveniente trasladarse a Huanchaca, para dirigir de cerca los trabajos en la mina y el ingenio. Lo hizo con su familia.

Fueron para Aniceto Arce y su familia seis años de incertidumbre, estrechez y privación. En este tiempo, continuamente se veía en dificultades para cumplir oportunamente con los salarios a sus trabajadores, por la pesada carga que tenía que cumplir con sus socios. Pero su carácter amable y comprensivo y el hecho de que él y su familia compartían la difícil situación, los operarios y mineros no dejaron de apoyar el esfuerzo productivo que Arce implantó en Huanchaca. Aparte de ser el gerente, era otro trabajador de la mina. Era “director, ingeniero, peón y carretonero”. Estaba constantemente buscando los mejores métodos de la explotación de la mina y del procesamiento de los minerales. Hacía viajes a Chile para estudiar cómo mejorar las operaciones.

La producción de minerales de plata creció ostensiblemente en la mina hasta formar un cerro y solo el mineral bien seleccionado era procesado en el ingenio. Para incrementar la producción de minerales, procesando los minerales de baja ley de los desmontes, se necesitaba ampliar el ingenio, aplicar métodos modernos de procesamiento, adquirir maquinaria moderna y mejorar los medios de transporte. A estos propósitos obedecían los frecuentes viajes de Arce a Chile y a medida que sus recursos lo permitían, introducía reformas en los sistemas de producción de la mina y el ingenio. En Chile hacía fabricar máquinas que el diseñaba y las hacía llevar a Huanchaca para mejorar las operaciones.

 

III

Con el objetivo de conseguir capital para incrementar la producción de minerales de plata, Aniceto Arce viajó a Chile. Buscó en Valparaíso y Santiago a los amigos que hizo en Chañarcillo y les presentó la propuesta de formar una empresa para explotar la riqueza de la mina Pulacayo. Las negociaciones para la formación de la empresa se realizaron durante largos meses en Valparaíso, con temas difíciles de resolver. Como resultado de las negociaciones se formó la “Compañía Huanchaca de Bolivia”. La escritura de organización como sociedad de acciones lleva fecha de 1º de enero de 1873, siendo la primera sociedad anónima que se fundara en Bolivia.

El 27 de noviembre de 1872 ocurrió, en un incidente en su despacho, la trágica muerte del presidente Agustín Morales, asumiendo a la presidencia el Dr. Tomás Frías, quien designó a Aniceto Arce en el cargo de prefecto del departamento del Litoral en diciembre de 1872. En el año de 1873 Arce llevó a su familia a Sucre. Como prefecto del departamento del Litoral, Aniceto Arce se encargó de la urbanización de la nueva ciudad de Mejillones, de la “formación edil del puerto de Mejillones” y de la reapertura del camino de Cobija a Calama. Posiblemente Arce dejó de ser prefecto cuando Tomás Frías dejó de ser presidente.

Los tres primeros años de funcionamiento de la Compañía Huanchaca (1873 – 1875) fueron años de fracasos, descalabros y ensayos estériles. La venta de minerales apenas alcanzaba para cubrir los gastos ordinarios, se tuvo que recurrir al crédito para cubrir los gastos originados por las obras de desarrollo. La compañía se sostenía con el procesamiento de los minerales contenidos en el ingenio.

Ante la difícil situación en que se encontraba la Compañía de Huanchaca, la mayoría de los socios consideraban conveniente liquidarla. Lo que requirió la intervención de Arce, quien contrató los servicios de los hermanos Carlos y Ernesto Francke. Después de 14 meses de realizar experimentos, los hermanos Francke encontraron un procedimiento satisfactorio de procesamiento de los minerales de Pulacayo, por medio de tinas de amalgamación, inventadas por ellos. Arce tuvo una participación activa en el proceso de experimentación. A partir del año de 1876 se pudo procesar los minerales de la mina de Pulacayo y la producción de plata ya no dependió de las reservas.

A partir del año de 1877 la producción de plata se incrementó y se tuvo una utilidad líquida, había comenzado el auge de la Compañía de Huanchaca. Al 31 de mayo de 1878 Aniceto Arce tenía 1.941 acciones de las 6.000 acciones de que estaba compuesta la compañía (32,35 %). Los accionistas bolivianos eran once y eran dueños del 78,78 % de las acciones (4.727 acciones). Los accionistas chilenos eran 23 y controlaban el 21,22 % de las acciones (1.273 acciones). La compañía empleaba un promedio mensual de 1.567 trabajadores que recibían salarios fijados por contrato y se distinguían por su “honorabilidad, disciplina y sobriedad”. La empresa les proveía de vivienda, escuelas y dos hospitales.

Aniceto Arce fijó su residencia y la de su familia en la ciudad de Sucre. Hacia el año 1870 compró una huerta llamada Huirupucu, situada a 5 Km de la ciudad de Sucre. En 1873 construyó una vivienda en la que instaló a su familia, mientras hacía construir un palacio de 52 habitaciones. Luisa la hija primogénita le puso el nombre de “La Florida”.

La Florida, además de ser la residencia de la familia Arce Argandoña era una granja. Aniceto Arce desarrolló la granja hasta convertirla en un establecimiento agroindustrial. La Florida era también la oficina desde donde Aniceto Arce administraba las fincas que había adquirido, incluyendo La Oroya herencia de su esposa Amalia. Las otras fincas también las desarrolló (entre 1870 y 1880) en la misma forma que lo hizo en La Florida. En las fincas introdujo la utilización de maquinaria.

En sus fincas Aniceto Arce desarrolló establecimientos agrícolas y ganaderos para la producción de diversos productos como trigo, frutas, caña de azúcar, carne, leche y otros, según la región donde se encontraban. Las fincas La Oroya y Tirispaya se encontraban en la provincia Cornelio Saavedra del departamento de Potosí. Por su situación en un valle, se producía en ellas trigo. En la provincia Sud Chichas de este departamento, en el valle del río Suipacha, tenía la finca Santa Rosa, en la que se cultivaba alfalfa, para alimentar el ganado vacuno que venía de Tarija para su consumo en las minas.

A orillas del Río Grande, entre las provincias Oropeza de Chuquisaca y Campero de Cochabamba, Aniceto Arce estableció las fincas Caraparipí, La Barca y Constancia, para el desarrollo de la agricultura tropical y la crianza de ganado vacuno. En Caraparipí se construyó una planta de destilación para la producción de azúcar. La planta contaba con turbinas hidráulicas, trapiches de acero, motores a vapor y un potente rectificador. Para la crianza de ganado vacuno se importaron y llevaron a las fincas toros y vacas de raza Durham.

 

IV

En 1878 Aniceto Arce presentó al Gobierno de Daza una solicitud de autorización para construir un ferrocarril desde Mejillones a Huanchaca, con un ramal de Huanchaca a La Paz y otro de Huanchaca a Potosí y Sucre. Presentó planes concretos y cálculos iniciales, que habían sido realizados por el Ing. Hugo A. Desmond, contratado por Arce. El presidente Daza recibió con mucho entusiasmo la solicitud y emitió una resolución autorizando la realización del proyecto.

Aniceto Arce viajó a Chile e hizo gestiones para formar una sociedad y conseguir financiamiento para construir el ferrocarril. Todas estas gestiones se realizaron en vano, porque el presidente Hilarión Daza decidió hacer efectivo el impuesto de 10 centavos por quintal de salitre exportado, que la Asamblea Nacional de Bolivia impuso a la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta. Chile consideró que con el impuesto Bolivia rompía con el tratado de 1874 y procedió a la toma de Antofagasta y a la ocupación del Departamento del Litoral.

La Compañía de Huanchaca, bajo la dirección de Arce, apoyó al país en la guerra contra Chile, concediendo un empréstito al Gobierno de 500.000 Bs y prestando auxilios de alimentos, forraje y ropa a la Quinta División de Narciso Campero. También Arce llevaba personalmente los auxilios que hacía él por su propia cuenta. Junto con la Compañía Guadalupe, garantizó el préstamo de 1.000.000 Bs que el Banco Nacional le hizo al Gobierno. El ejército aliado de Bolivia y Perú fue derrotado en 1880 por el ejército chileno en la batalla de Tacna.

Aniceto Arce desde que propuso la construcción del ferrocarril que vincularía al país con su departamento del Litoral, se ocupó de diseñar y concretar su proyecto, que lo presentó al directorio de la compañía Huanchaca. Finalmente, la junta general de la Compañía de Huanchaca, celebrada el 1º de marzo de 1885, autorizó la formación de una sociedad con la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta, para construir un ferrocarril desde Pampa Alta (hasta donde tenía construida una línea) hasta Huanchaca. En el mes de mayo, Arce llegó a un acuerdo con la Compañía de Salitres para la construcción de la línea férrea desde Pampa Alta hasta el límite del departamento del Litoral ocupado por Chile. Ambas compañías se comprometían a organizar una sociedad para continuar la construcción del ferrocarril hasta Huanchaca, después de que se obtuviese la autorización del Congreso Boliviano. El 20 de enero 1887, la Compañía de Huanchaca adquirió en Valparaíso de la Compañía de Salitres, los derechos y acciones del ferrocarril de Antofagasta hasta el límite del departamento del Litoral.

La construcción del ferrocarril se detuvo en la línea que demarcaba el territorio administrado por Chile, por la oposición de los políticos liberales, que decían que el ferrocarril iba servir para que Chile invadiera Bolivia. Arce prosiguió la construcción del ferrocarril hasta la ciudad de Oruro, durante el periodo de su presidencia (1888 – 1892). La construcción del ferrocarril hasta Oruro fue financiada enteramente por la Compañía Huanchaca. El ferrocarril Antofagasta – Oruro fue inaugurado en mayo de 1892. Para la administración del ferrocarril desde Antofagasta, se formó una compañía que se denominó “The Antofagasta and Bolivia Railway Company Limited”.

Durante su gobierno, Aniceto Arce se dedicó a organizar al país y a cambiar su estructura económica, mediante el desarrollo de la industria y la construcción de vías de comunicación. Para consolidar a la república, Arce emitió el 3 de diciembre de 1888 la “Ley de Organización de la República”, que estuvo vigente en los 50 años siguientes. Se preocupó por dotar a Bolivia de instituciones, leyes y reglamentos que la conduzcan por los caminos del desarrollo. Fundó el Colegio Militar del Ejército, para que Bolivia disponga de un ejército profesional, que no lo tuvo en la Guerra del Pacífico. Dio un fuerte impulso a la industria agrícola e industrial. Buscó introducir la industria siderúrgica. Dictaminó la ilegalidad del pongueaje con la resolución del 27 de enero de 1891, por lo que tuvo una dura oposición de los terratenientes.

Aparte de la construcción del ferrocarril de Antofagasta a Oruro, las grandes obras de Aniceto Arce fueron: introducción de la maquinaria en las industrias minera y agrícola, la extensión del telégrafo a la mayor parte de los centros poblados del país, la construcción de caminos, puentes, edificios públicos, acueductos y obras de mampostería para la conservación de suelos. Según lo reconoció Simón I. Patiño, el ferrocarril Antofagasta – Oruro hizo posible el desarrollo de la minería del estaño, que fue el sostén de la economía, cuando el precio de la plata dejó de ser atractivo para la minería.

Aniceto Arce dedicó su vida y fortuna a impulsar el desarrollo de Bolivia. Cuando dejó el Gobierno, si bien no estaba pobre, su fortuna quedó apreciablemente reducida. Consagró su vida al impulso del progreso material, intelectual y moral del país, en la medida que le fue posible.

viernes, 6 de junio de 2025

Reflexiones sobre la batalla de Tacna

 

I

Muy poco se habla de la batalla de Tacna, que tuvo lugar hace 145 años el 26 de mayo de 1880, en la cual Bolivia y Perú presentaron al ejército invasor chileno su última esperanza de poder detenerlo y expulsarlo de los territorios de Atacama (departamento del Litoral) y Tarapacá (departamento peruano) que habían sido ocupados por un poderoso ejército chileno. La batalla de Tacna está magistralmente relatada por Roberto Querejazu Calvo en su libro “Guano, Salitre, Sangre”. A continuación se presenta un resumen de este relato.

El general Narciso Campero eligió a la meseta de Intiorco, a 10 Km de la ciudad de Tacna, para esperar y enfrentar al ejército chileno. Ubicó a las divisiones en sus sitios de combate, alternando a las peruanas con las bolivianas. Se hicieron ejercicios de defensa y ataque.

El ejército aliado en la noche previa al día de la batalla, hizo un intento fallido de sorprender al ejército chileno que estaba acampado a 11 Km en Quebrada Honda. Sorprendidos por la camanchaca o niebla del desierto, el ejército aliado se perdió en el terreno y tuvo que regresar a sus posiciones de combate, a donde llegaron entre las 6 y las 8 de la mañana. Cuando se disponían tomar desayuno, se produjo el toque de generala avisando que el ejército chileno se encontraba a la vista. Todos los batallones ocuparon el lugar que tenían señalado para enfrentar al enemigo.

El ejército aliado estaba distribuido en tres alas, el ala derecha comandada por el contralmirante Lizardo Montero, la del centro por el coronel Miguel Castro Pinto y la de la izquierda por el coronel Eliodoro Camacho. Estaba compuesto por 12.000 combatientes, 6.500 peruanos y 5.500 bolivianos. Como artillería tenía 17 cañones y seis ametralladoras. Su caballería no pasaba de 300 jinetes. El ejército chileno contaba con 19.600 combatientes, gran cantidad de baterías de montaña y campaña operadas por 1.950 hombres y una caballería de 2.300 jinetes.

El ejército boliviano estaba compuesto en su mayor parte por voluntarios sin ninguna preparación militar, los más antiguos habían estado en Tacna vegetando durante trece meses sin realizar ejercicios militares y los nuevos de la Quinta División habían llegado desgastados por la penosa marcha de cinco meses por el gélido altiplano. Algunos soldados, como los del batallón Loa, tenían experiencia de combate en Pisagua, San Francisco y Tarapacá. Otros tenían la experiencia de combates en los golpes de estado.

La batalla se inició con el duelo entre las artillerías, que no tuvo mayores efectos. Las unidades de la primera división del ejército chileno, con sus 3.200 combatientes, se lanzó en ataque contra el ala izquierda comandada por el coronel Camacho. Sus combatientes resistieron con mucho valor el ataque. El batallón Sucre compuesto por jóvenes adolescentes de la ciudad de Sucre, penetraron profundamente en el campo enemigo, pero a un costo muy alto que significó su aniquilación en un 81 %. Cuando la resistencia se hizo precaria, el coronel Camacho pidió al general Campero refuerzos, quien le mandó a los batallones Aroma y Colorados. Los dos batallones lograron recuperar el terreno perdido. Su avance fue detenido por el ataque de un batallón de la caballería chilena que lograron dispersar, pero ya no pudieron contra la tercera división chilena y tuvo que replegarse.

En las alas del centro y de la derecha los aliados combatieron también con mucho valor, resistiendo el ataque chileno de la segunda y cuarta división respectivamente. A las cuatro horas de combate, los aliados llegaron al límite de sus fuerzas. En cambio el ejército chileno contaba con la tercera división que recién comenzaba a entrar en combate, con su caballería casi intacta y con una reserva de 4.300 hombres. Superados numéricamente por el ejército chileno, sin contar con mayores refuerzos, los combatientes que quedaban, agotados y sin municiones, tuvieron que replegarse. El general Campero se reunió con el contralmirante Montero, jefes que habían sobrevivido al combate y el prefecto de Tacna, decidieron que el ejército aliado sobreviviente se retirase del campo de batalla. Los bolivianos iniciaron el camino de regreso a su patria.

En el camino de regreso, en Yarapalca, el general Campero escribió el 27 de mayo de 1880 al Presidente de la Convención Nacional: “Señor: el día de ayer, en una meseta situada a dos leguas de Tacna, después de un reñido y sangriento combate de 4 horas, fue deshecho el ejército aliado de mi mando. Hubo momentos en los que la victoria parecía balancearse, más la gran superioridad del enemigo, en número, calidad de armamentos y demás elementos bélicos, hizo inútiles todas mis disposiciones y los esfuerzos de los bravos defensores de la Alianza”.

 

II

Bolivia jugó su última carta en la batalla de Tacna para expulsar al ejército chileno, que había tomado por las armas el departamento del Litoral, junto con Perú que tenía ocupado su departamento de Tarapacá. Pero ambos países tenían que enfrentar a un ejército muy bien preparado. Bolivianos y peruanos combatieron con mucho valor, pero no pudieron con la superioridad del ejército chileno en hombres, armas y preparación militar. Los bolivianos que murieron en Tacna fueron tan héroes como Eduardo Abaroa, pensemos en los colegiales del regimiento Sucre, que renunciaron a una vida de bienestar y prosperidad que hubieran tenido en Sucre, con la riqueza de las familias a que pertenecían, para morir defendiendo al menos el honor de Bolivia.

La mujer boliviana estuvo presente en la batalla de Tacna. Después de la batalla, mujeres de pollera recorrían el campo de batalla buscando al esposo, a la pareja o al hijo, que no volvió a Tacna, algunas llevando una criatura en la espalda o llevando un niño de la mano. Cuando encontraban al que buscaban, caían de rodillas a su lado abatidas por el dolor. Era el compañero de vida al que habían seguido cargando víveres y ollas, para servirle de apoyo moral, cocinera y amante. El último servicio que le hacían era cavarle una tumba. También había madres que encontraban al hijo que había caído defendiendo a la patria.

Veamos el penoso camino que tuvo que recorrer el país para llegar a la batalla de Tacna, a la que nunca debía haber llegado.

Hacía el año 1842 comenzó la incursión de explotadores chilenos en el departamento del Litoral, junto con ocupaciones que hacía la armada chilena de territorio boliviano. El 20 de agosto de 1857, la corveta de guerra Esmeralda impuso el dominio de Chile hasta el paralelo 23, por encima de la bahía de Mejillones, donde se habían descubierto enormes depósitos de guano. Durante el gobierno de José María Achá se produjo una disputa entre un contratista que respondía al Gobierno Boliviano y otro que respondía al Gobierno Chileno, por la explotación del guano de Mejillones. El contratista chileno fue apresado por el Gobierno Boliviano. Como represalia el Gobierno Chileno envió dos barcos de guerra, que ocuparon el puerto de Mejillones y tomaron posesión de los depósitos de guano. Ante estas acciones de guerra, el Congreso Boliviano autorizó al poder ejecutivo a declarar la guerra a Chile. Para procurar un arreglo pacífico con el Gobierno de Chile, el Gobierno envió a Santiago a don Tomás Frías. El canciller chileno Manuel Tocornal, al final de las conversaciones declaró que “Chile no podía abstenerse de ejercer los actos propios de la soberanía en el territorio que posee”. Ante el fracaso de la misión, el Congreso Boliviano desistió de declararle la guerra a Chile, por carecer de los medios materiales para sostener una guerra con un país de mayor poder bélico, pero sin renunciar al derecho que tenía sobre el territorio usurpado.

La decisión del presidente Mariano Melgarejo de integrar la alianza que Chile formó con Perú y Ecuador para defenderse de una flota española que estaba amenazando su independencia, hizo cambiar la actitud de Chile con respecto al conflicto de límites que tenía con Bolivia. En reconocimiento del apoyo y la amistad que Bolivia le daba, Chile le ofreció que “podía redactar el tratado de definición de fronteras en los términos que le dictase la conciencia de sus derechos territoriales, Chile lo aceptaría sin regateos”. El canciller chileno Vergara Albano propuso que “si Bolivia lo prefería, Chile estaba dispuesto a firmar el tratado de límites”. El canciller boliviano Mariano Muñoz respondió que “no queriendo quedar a menor altura de sentimientos, ello podía aplazarse”. En mayo de 1866 la flota española se retiró y volvió a España. Una vez que desapareció la amenaza, el gobierno chileno cambió su actitud con Bolivia, ya no estaba dispuesto a hacer concesiones gratuitas y a renunciar al guano de Mejillones.

Lo que si obtuvo Bolivia es el tratado de límites de 1866, en el que se establecía que el límite entre los dos países era el paralelo 24 y que los beneficios del guano y los minerales que se encontraran entre los paralelos 23 y 25 se dividirían entre los dos países. Fundamentalmente se obligó a Chile a reconocer la soberanía de Bolivia sobre la península de Mejillones y el territorio al norte del paralelo 24.

El siguiente conflicto con Chile se produjo durante el gobierno de Agustín Morales, fue por la ubicación del yacimiento de plata que surgió en Caracoles. Según el gobierno chileno, el yacimiento estaba ubicado entre los paralelos 23 y 24, por lo que Chile tenía derecho a la mitad de los impuestos que se cobraban, por la exportación de los minerales de Caracoles. El conflicto se arregló amigablemente, según instrucciones del presidente Morales de evitar “un conflicto que le diese a Chile pretexto para apoderarse de todo el Litoral boliviano”. Se firmó un protocolo que reiteraba el tratado de 1866, que fue aprobado por Congreso Chileno y rechazado por el Congreso Boliviano.

 

III

Al haber sido rechazado el protocolo, el Gobierno Chileno envió una misión diplomática a La Paz para defender los intereses chilenos y exigir el cumplimiento del tratado de 1866. Habiendo fallecido el presidente Agustín Morales, fue reemplazado por don Adolfo Ballivián. En noviembre de 1873, la Asamblea Legislativa reunida en Sucre aprobó un impuesto del 6 % sobre la extracción de minerales en toda la república, lo que afectaba a la explotación de minerales en Caracoles. El representante chileno Walker Martínez advirtió que la aplicación del impuesto podría traer graves consecuencias, como el rompimiento de relaciones entre los dos países, lo que podría traer a su juicio “solo ruina y desprestigio”. Añadía que “la unión es lo que más conviene, para que la industria y el comercio prosperen en el Litoral, para beneficio de los dos países”.

Al Gobierno de Chile no le convenía un rompimiento con Bolivia, puesto que estaba en un serio conflicto de límites con la Argentina, que podría derivar en un conflicto armado, por lo que instruyó a su representante llegar a un acuerdo con el Gobierno de Bolivia. Con el representante boliviano Mariano Baptista decidieron, siguiendo los propósitos de sus gobiernos, en substituir el tratado de 1866 en uno nuevo. En un muy poco tiempo, redactaron un nuevo tratado, que firmaron el 6 de agosto de 1874. El tratado ratificó al paralelo 24 como límite entre las dos repúblicas y la partición de beneficios de los depósitos de guano que se encontraban entre los paralelos 23 y 24. El artículo cuarto estipulaba que las personas, industrias y capitales chilenos que operaban dentro de estos paralelos, no sufrirían ningún aumento en los impuestos por 25 años.

El presidente Ballivián falleció y asumió la presidencia don Tomás Frías. Los sectores políticos que querían llegar al gobierno, tomaron como bandera política la oposición al tratado. El ministro Mariano Baptista tuvo que defenderlo muy acremente en las sesiones a la que fue llamado por la Asamblea Legislativa. Justificó la partición de beneficios, porque era la única solución práctica para conciliar los intereses de los dos países. Justificó el artículo cuarto, con un análisis que hizo de la situación en que se encontraba el Departamento del Litoral, desconectado del territorio nacional y donde “apenas se deja sentir el aliento de la vida civil y política del interior, donde no podemos intervenir ni con los elementales recursos de la vida económica”. Expuso la cruda realidad de la ocupación chilena del Litoral, la poca presencia de población boliviana y la ausencia de capitales bolivianos. Finalmente el tratado de límites fue aprobado por la Asamblea.

Entre los paralelos 23 y 24, el salitre fue la tercera riqueza que ocasionó el conflicto por el que el gobierno de Chile procedió a ocupar el Departamento del Litoral. Durante el gobierno de Mariano Melgarejo comenzó la explotación del salitre por la sociedad Melbourne Clark y Compañía, constituida por capitales británicos y chilenos. Durante el gobierno de Agustín Morales, la sociedad obtuvo una superficie para explotar salitre, donde se encontraban los yacimientos Salar del Carmen y Las Salinas. Para explotar los dos yacimientos, la sociedad que era de responsabilidad limitada, se convirtió en sociedad anónima con la emisión de bonos en la bolsa de Santiago. La nueva sociedad tomó el nombre de “Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta”.

Antes de que se realizaran las elecciones para elegir al presidente de la república, el general Hilarión Daza apresó al presidente interino Tomás Frías y se declaró presidente. El 10 de febrero de 1878 la Asamblea aprobó un impuesto de 10 centavos por quintal de salitre explotado por la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta. El presidente Daza decidió hacer efectivo el cobro del impuesto, ignorando la nota que el representante chileno presentó, haciendo saber que el Gobierno de Chile “daría por anulado el tratado de 1874, si se insistía en la vigencia del impuesto de 10 centavos”. También ignoró la disposición del Gobierno de Chile de discutir “tranquila y amigablemente para arribar a un acuerdo común y si ello no fuera posible, habría llegado la oportunidad de entregar el punto controvertido al fallo de una potencia amiga”. Desdeñó también la oferta de Aniceto Arce de construir un ferrocarril que uniese el Litoral con el interior del país, lo que Arce hizo cuando el Litoral ya estaba en poder de Chile.

El Gobierno ordenó al prefecto de Antofagasta Severino Zapata, a hacer efectivo el cobro del impuesto de 10 centavos por quintal de salitre exportado por la Compañía de Salitres. El cobro no se hizo efectivo y el prefecto procedió al embargo y al remate de los bienes de la compañía. El prefecto Zapata advirtió al gobierno de la imposibilidad de realizar el remate, de las acciones agresivas de la población chilena y la inminente intervención de Chile, por “las destempladas notas que se han cambiado con el cónsul de Chile, … y por la presencia en nuestras costas de un buque de guerra”. No obstante estas advertencias, el prefecto fue conminado, por decisión del presidente, de llevar a efecto todos los efectos del juicio coactivo, hasta obtener la adjudicación de los bienes de la compañía en favor del fisco. Finalmente el gobierno dispuso la rescisión del contrato con la Compañía de Salitres, creyendo que no habiendo contrato, no había a quien cobrar el impuesto. No habiendo impuesto, no había violación del tratado de 1874 y no cabría alguna intervención del Gobierno de Chile, que ya había decidido la ocupación de Antofagasta.

 

IV

Al amanecer del 14 de febrero de 1879 llegaron a Antofagasta los buques de guerra Cochrane y O´Higgins. A las ocho, del Cochrane bajó un bote con un capitán y una tropa de soldados y entregaron un mensaje al prefecto Zapata del “Comandante en jefe de las Fuerzas de Operaciones en el Litoral Boliviano”, que decía: “Considerando el Gobierno de Chile roto por parte de Bolivia el Tratado de 1874, me ordena tomar posesión con las fuerzas de mi mando del territorio comprendido en el grado 23”.

Chile podía haber reivindicado sus derechos en el territorio comprendido entre los paralelos 23 y 24, pero inició una guerra de conquista con el fin de apoderarse del Departamento del Litoral de Bolivia y del Departamento de Tarapacá del Perú. Chile reunió un fuerte ejército en Antofagasta y concretó la toma del Litoral boliviano. Solo encontró una débil resistencia de 135 defensores en Calama el 23 de marzo de 1879. Con buques blindados de mayor calibre, la armada chilena capturó al Huáscar, el único buque de guerra que tenía el Perú, con lo que obtuvo el dominio sobre el mar. Para la conquista del Departamento de Tarapacá, el ejército chileno desembarcó en Pisagua. En San Francisco derrotó al ejército Perú boliviano, ocasionando su desbande. Con lo que quedaba del ejército peruano (incluyendo el regimiento Loa boliviano) y el ejército boliviano, que improvisadamente se pudo reunir en Tacna, los aliados se dispusieron en Tacna a presentar batalla al ejército chileno, cuyo relato hemos presentado en la primera parte de este artículo.

De regreso a La Paz, el general Narciso Campero recibió un correo, en el que se le comunicaba que la Convención Nacional lo había elegido como Presidente Constitucional de la República. Durante su presidencia, Mariano Baptista fue enviado a Tacna a negociar un tratado de paz con su amigo personal Eusebio Lillo, gobernador de los territorios ocupados. En la primera entrevista, Lillo presentó a Baptista un memorándum en el cual Chile le ofrecía a Bolivia entregarle los territorios de Arica, Tacna y Moquegua, la construcción de un ferrocarril del Litoral a los departamentos del sur, crédito para construir otro de la costa a los departamentos del norte y libre tránsito a perpetuidad por los puertos chilenos. El tratado ligaba a los dos países en una unión de sus intereses comerciales, industriales, políticos y de defensa. Como paso previo para discutir y arribar al tratado, podría fijarse una tregua. Baptista envió el memorándum a La Paz y pidió plenos poderes para firmar la tregua. Lillo pidió también poderes a Santiago, los cuales le fueron concedidos, pero a Baptista le fueron negados. Una de las razones era que no se podía sacrificar al aliado y había que consultarle previamente.

Agobiado por la ocupación chilena, que era prácticamente solo de Lima, Perú firmó el 20 de octubre de 1883 el tratado de Ancón, que dio a Chile “la propiedad perpetua e incondicional del Departamento de Tarapacá” y la posesión de Tacna y Arica hasta que un plebiscito, a realizarse en 1893, decidiese su soberanía. Con este tratado, el Perú comprometió radicalmente la soberanía de Bolivia sobre el Litoral y la posibilidad de obtener Arica y Tacna como una alternativa de salida al mar.

Ante la amenaza de una invasión y por la difícil situación en que se encontraba el país, el gobierno decidió enviar una misión diplomática a Santiago a negociar un acuerdo de paz, que asegure las condiciones indispensables para la supervivencia de Bolivia, una de las cuales era una salida soberana al mar. Pero los enviados Salinas y Boeto tuvieron que firmar el 4 de abril de 1884 el documento de tregua impuesto por el Gobierno de Chile, a fin de evitar una invasión que tenía preparada este gobierno.

Durante los gobiernos conservadores de Gregorio Pacheco, Aniceto Arce y Mariano Baptista se realizaron gestiones para obtener la posesión de Arica y Tacna, que no prosperaron. El primer presidente liberal coronel José Manuel Pando, que después de la batalla de Tacna era (como todos los miembros del partido liberal) partidario de seguir guerreando contra Chile, pero ya habían pasado 20 años de la batalla de Tacna y la cruda realidad era que Bolivia ya no podía hacer nada para restablecer su calidad de país con territorio marítimo. El presidente Pando y su gobierno asimilaron la situación y adoptaron una nueva política basada en obtener de Chile una compensación económica para construir ferrocarriles que uniesen a Bolivia con el océano Pacífico y vinculasen internamente sus principales ciudades y facilidades para realizar su comercio exterior a través del Pacífico.

El gobierno del presidente Pando inició conversaciones para negociar un tratado de paz siguiendo los lineamientos de su nueva política. El tratado de paz fue firmado por su sucesor don Ismael Montes el 20 de octubre de 1904, que reconoce a Chile el dominio absoluto y perpetuo del Departamento del Litoral, el compromiso de construir un ferrocarril desde el puerto de Arica hasta la ciudad de La Paz, el pago de obligaciones por garantías para construir ferrocarriles a lo largo de todo el territorio, la entrega de la suma de 300.000 libras esterlinas y el reconocimiento a Bolivia del más libre tránsito comercial por su territorio y puertos del Pacífico.

 

V

El tratado de 1904 significó para Bolivia la pérdida de su Litoral, hecho que nunca fue aceptado por los bolivianos. Se considera que Bolivia sufrió por parte de Chile una usurpación injusta y violenta de ese territorio marítimo y que tiene derecho a una salida soberana al océano Pacífico. En los 120 años que han pasado del tratado de 1904, se han hecho gestiones ante organismos internacionales para obtener una salida soberana al mar, que no tuvieron éxito y que culminaron con la gestión del gobierno de Evo Morales ante la Corte Internacional de Justicia, que en 2018 ratificó la vigencia del tratado de 1904 y dictaminó que Chile no tenía nada que reconocer a Bolivia.

Los que negociaron el tratado de 1904, José Manuel Pando e Ismael Montes, reconocieron que la pérdida del Litoral era irreversible, que la obtención de una salida soberana era impracticable y que lo mejor para Bolivia era aceptar la cruda realidad y concentrarse en el desarrollo del país. La mejor aproximación que tuvo Bolivia para lograr la reivindicación marítima, fue cuando Pinochet ofreció un corredor situado en su frontera con el Perú. Lo hizo porque temía que se produjera un conflicto armado con la Argentina y Bolivia se convirtiera en aliado de esta nación.

El fuerte sentimiento de reivindicación marítima de los bolivianos, se ha expresado en un profundo resentimiento con los chilenos, en muchos casos con un patriotismo barato de odiar a Chile y con gobiernos que usaron la reivindicación, como una política de buscar el apoyo popular. Evo Morales creyó que logrando la reivindicación marítima, se iba consagrar como el eterno gobernante del país. Se han presentado proposiciones absurdas como la de no utilizar puertos chilenos, cuando se eligen los puertos para la exportación considerando el aspecto económico y para la importación, las que eligen los puertos son las compañías navieras. La consigna para la caída del gobierno democrático de Gonzalo Sánchez de Lozada fue que no se exportara gas por un puerto chileno y ahora se utiliza el puerto de Arica para importar combustibles y quizá se tenga que usarlo para importar gas.

El sentimiento de enclaustramiento no tiene mucha validez, ya que no tenemos costa marítima, pero nuestra situación geográfica no ha cambiado, estamos cerca al mar y se tiene una conexión íntima con el océano Pacifico. Desde que apareció el hombre en la costa y en el altiplano, tuvieron entre sus habitantes una relación estrecha, incluso familiar. El agua dulce de la costa proviene de las montañas. Tarapacá y Atacama fueron parte del imperio de Tiwanaku. Esa relación continúa en el presente. Arica, Iquique y Antofagasta se relacionan económicamente más con Bolivia que con el resto de Chile. El folclore del norte de Chile es el folclore boliviano. Hay que recordar que Arica, que nunca fue boliviano, ha sido el puerto histórico de Bolivia y sigue siendo el puerto que sirve a la economía del país y es el destino de los bolivianos para disfrutar del mar. Iquique es el puerto donde los bolivianos adquieren mercaderías de valor y Antofagasta es el puerto que sirve a Bolivia para la exportación de sus minerales.

La historia ha demostrado que es mejor estar en buenas relaciones con Chile, que estar en guerra con él. No se puede culpar a los chilenos de hoy día por la pérdida del Litoral, fueron los chilenos de hace más de 140 años los que nos lo arrebataron. Pero es también verdad que los bolivianos de ese tiempo, no hicieron lo que se tenía que hacer para conservarlo y habido la actuación de un caudillo irresponsable, que solo quería gozar del poder, el que llevó a Bolivia y Perú a una guerra que nunca debía haber ocurrido.

En los primeros 55 años de la república, Bolivia era un feudo de los caudillos, prácticamente no había país. A los 145 años de la batalla de Tacna, gracias al gobierno de un caudillo de la misma laya que el caudillo de ese tiempo, Bolivia se encuentra en similares condiciones. Es un país con una aguda crisis económica, al que nuevamente se tiene que reconstruir. Se tiene que restituir la justicia, el estado de derecho y el principio de autoridad. No se tiene instituciones que manejen el aparato del estado. Lo que se ha instituido son los bloqueos, la toma de propiedades, el contrabando, la minería ilegal, la quema de bosques y el irrespeto a la ley. El caos y el desorden imperan en el país.

jueves, 17 de abril de 2025

El ministro de economía

 

Cuando se produjo la caída de los precios del petróleo, lo cual traería consigo la baja en los precios del gas, el ministro de economía Luis Arce Catacora del gobierno de Evo Morales declaró a la revista Nueva Economía, que esto no sería mucho problema para la economía boliviana puesto que ésta “a partir de 2016 empezará a recibir los recursos de la industrialización y de las empresas estatales en actual proceso de consolidación. Vamos a empezar a recibir los réditos de haber invertido en su momento. Las carreteras van a estar concluidas, los proyectos de industrialización del litio, el Mutún, las plantas de cemento, las hidrometalúrgicas, las carreteras. Eso significa mayor crecimiento económico”.

Según las declaraciones que hizo allá por 2014 el ministro de economía Luis Arce, los réditos de las inversiones que se hicieron con los cuantiosos recursos que tuvo el gobierno por las exportaciones de gas, tenían que haber producido ingresos de moneda extranjera que repondrían las reservas internacionales, en primer lugar con el pago de las deudas que fueron contraídas con el Banco Central y con los beneficios por encima de los costos de inversión y operación que hubieran producido las inversiones.

Evidentemente si se hubiera invertido bien, se hubieran creado otras fuentes de ingreso para el país, pero los más de 50.000 millones de $US de ingresos que tuvo el gobierno fueron despilfarrados en elefantes blancos, empresas deficitarias, proyectos antieconómicos como los de construcción de carreteras y aeropuertos, gastos innecesarios como edificios, canchas y estadios de futbol, gasto corriente excesivo y la consiguiente corrupción y sobreprecio que implicó la contratación de las empresas encargadas de la construcción de las obras. En el programa de construcción de carreteras, en el que se embarcó el gobierno, se gastaron 11.000 millones de $US y el país sigue teniendo una pésima red de carreteras, en la cual los transportistas se niegan a pagar los peajes por el pésimo estado en que se encuentra.

Durante el tiempo de bonanza, cuando el país tenía las más altas tasas de crecimiento de la región y que el gobierno declaraba como muestra del éxito de su modelo económico, el ministro de economía era calificado como el mejor ministro de economía de la región. En cierta ocasión un periodista, en una entrevista con el ministro Arce, lo llamó “super Lucho” a lo que Arce respondió que el único super que había era el superavit. Este efectivamente duró hasta que se dejó de percibir los enormes ingresos que recibía el país, principalmente por la exportación de gas natural. Por más de una década, el gobierno con Luis Arce de ministro de economía y presidente de la república, gasta más que los ingresos que recibe, lo que ocasiona déficits por encima del 8 %. El gobierno después de la bonanza siguió gastando como si ésta no se hubiera acabado.

La responsabilidad por la economía la tiene en primer lugar el presidente, pero el presidente Evo Morales se dedicaba a viajar, a jugar futbol, a participar en agasajos que le preparaban sus adherentes, a buscarse niñas adolescentes, se dedicaba solo a divertirse. La administración del estado la realizaban el vicepresidente y los ministros de la presidencia, de gobierno y el ministro de economía, que supuestamente debía haberse ocupado del manejo de la economía. Este manejo no existió y lo que primó fue el despilfarro de los recursos del estado. En una entrevista, un periodista le preguntó al ministro Arce si aprobaba los gastos dispendiosos que hacían los ministerios, a lo que respondió que cada ministerio tenía su propia política económica. O sea tampoco existía la necesaria coordinación entre los ministerios. Esto explica porque el presidente Arce declaró que la falta de combustibles no era culpa de él, ya que no fue ministro de hidrocarburos.

La elaboración de los presupuestos generales de la nación durante el gobierno de Evo Morales estuvieron bajo la responsabilidad de Luis Arce como ministro de economía. El presupuesto tiene que estar dirigido a buscar el mejor uso de los recursos del estado, a contener proyectos de inversión que tengan rentabilidad y a equilibrar los ingresos con los egresos. Los presupuestos del ministro Luis Arce nunca tuvieron estos objetivos básicos. Como consecuencia de la falta de inversiones en la exploración de hidrocarburos, los ingresos que proporcionaban las exportaciones de gas se redujeron y los egresos no se redujeron en la misma medida, lo que provocó el gran déficit fiscal que sufre la economía por más de una década. La caída de los ingresos por las exportaciones de gas ha producido una grave escasez de dólares y ha mermado la capacidad del gobierno para importar combustibles subsidiados, que ha ocasionado también una escasez de combustible. Estos son las principales causas de la grave crisis económica que sufre el país, cuyos responsables son Evo Morales Ayma y Luis Arce Catacora.

martes, 3 de diciembre de 2024

A 21 años de la guerra del gas

 

Durante el gobierno del general Hugo Banzer (1997 – 2001) y del Ing. Jorge Quiroga (2001 – 2002) se concibió el proyecto de exportación de gas a Estados Unidos y México. Bolivia contaba con grandes reservas de gas natural, desarrolladas por la capitalización de las empresas de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos. El proyecto consistía en llevar el gas natural a un puerto del Pacífico, donde una planta de transformación lo convertiría en gas licuado, que sería transportado en barcos a los mercados de Estados Unidos y México. Recién estaba comenzando el negocio del gas licuado.

El presidente Quiroga continuó con las conversaciones que tuvo el presidente Banzer con el presidente chileno Lagos. Se llegó a un principio de acuerdo en el que el gobierno chileno concedería un puerto (que sería Patillos) en donde se construiría una planta de transformación del gas natural a líquido. El proyecto quedó en suspenso por la conclusión del periodo de gobierno.

En agosto de 2002 asumió la presidencia Gonzalo Sánchez de Lozada. Desde el comienzo de su mandato tuvo que enfrentar bloqueos, marchas y otras acciones contrarias a su gobierno, en particular promovidas por Evo Morales y Felipe Quispe. El 11 de febrero de 2003, otra vez el Grupo Especial de Seguridad se amotinó a la cabeza del ex mayor David Vargas, exigiendo mejoras en el salario y en la logística. La misión de este regimiento es de proveer seguridad al Presidente y a los funcionarios que trabajan en el palacio de gobierno, por lo que éste quedó protegido solo por la guardia militar de los Colorados. El 12 de febrero, una manifestación trotskista de maestros entró en la plaza Murillo, culminando con la apedreadora del edificio del palacio de gobierno, por parte de estudiantes del colegio Ayacucho. La guardia de palacio lanzó gases lacrimógenos para dispersar a los manifestantes, lo que a su vez fue respondido por los policías amotinados con gases lanzados contra el palacio. Finalmente se desató un enfrentamiento con armas de fuego entre los policías reforzados por efectivos de otras unidades policiales y los militares del palacio reforzados por la policía militar, que produjo la muerte de 9 policías, 4 militares y tres civiles.

El 13 de septiembre Felipe Quispe, en protesta porque que se encarceló a un dirigente aimara, por haber participado en el linchamiento de dos presuntos ladrones de ganado, bloqueó las salidas de La Paz a Oruro y al Perú. En El Alto se realizó un paro protestando contra nuevos impuestos decretados por el Gobierno Municipal de José Luis Paredes. Los cocaleros de Yungas bloquearon la carretera a Yungas, por reclamos relativos a la coca. El 20 de septiembre, una caravana de turistas bolivianos y extranjeros fueron retenidos por un grupo armado en Warisata. El Gobierno realizó un operativo policial militar que rescató a los turistas, con el resultado de 6 muertos: 4 atacantes, una niña y un policía.

A fines de septiembre, en La Paz y sobre todo en El Alto, la Central Obrera Boliviana (COB) realizó una huelga general junto con jubilados y campesinos. Los estudiantes de la Universidad Pública de El Alto realizaron actos vandálicos.

El 11 de octubre comenzó la revuelta contra el gobierno liderada por Felipe Quispe, exigiendo que no se realizara el proyecto de exportación de gas licuado a los mercados de Estados Unidos y México. La revuelta paralizó las actividades en la ciudad de El Alto. Se organizó un cerco a la ciudad de La Paz, con el propósito de cortarle el suministro de alimentos y combustible. En las dos ciudades se produjeron asaltos a las propiedades públicas y privadas y bandas atemorizaban a los ciudadanos. En El Alto se obligaba a los alteños a participar en los bloqueos. Cuando el gobierno organizó el aprovisionamiento de combustible mediante un convoy de camiones cisterna, éste fue atacado y la respuesta ocasionó 20 muertos, de los más de 60 muertos que se produjeron en la revuelta.

Finalmente se pidió la renuncia del presidente. Un grupo de intelectuales de izquierda, encabezados por la ex defensora del pueblo Ana María Romero, realizó una huelga de hambre apoyando el pedido. El vicepresidente Carlos Mesa retiró su apoyo al presidente. La Sra. Ana María Romero llamó a los comandantes de las Fuerzas Armadas “para que no disparen contra el pueblo”. El 17 de octubre, a las nueve de la noche desde el aeropuerto de Viru Viru, el presidente Gonzalo Sánchez envió por fax al Congreso su carta de renuncia.

El objetivo de estas acciones fue claramente de destruir al sistema democrático de la república. Felipe Quispe, que no se sentía boliviano, quería restaurar el Collasuyo del Imperio Inca (que subyugó a los aimaras) y Evo Morales quería crear otro estado, dominado por los productores de coca del Chapare, donde él sea su mandatario. La CSUTCB y la COB, que más que organizaciones sindicales de campesinos y trabajadores, eran organizaciones políticas cuyos dirigentes querían ganar espacios de poder. El ex mayor David Vargas, al viejo estilo de los golpes de estado, quería iniciar una revuelta para tomar el poder. El pretexto era deshacer el proyecto de exportación de gas a Estados Unidos y México, por eso se le llamó la “guerra del gas”.

Han pasado 21 años de este acontecimiento, en que se logró cancelar este proyecto y dio lugar a grandes cambios en la vida política y económica de Bolivia. Después de Venezuela, Bolivia tenía en Sudamérica las mayores reservas de gas. En el transcurso de los 21 años que han pasado, éstas se han reducido considerablemente, resultando en la pérdida de la principal fuente de ingreso de dólares que tenía el país. Esto ha ocasionado que la economía no pueda disponer de suficientes dólares para adquirir los insumos del exterior que necesita para su funcionamiento. Como consecuencia, se ha producido un aumento en los precios de los bienes, en especial de los bienes adquiridos en el mercado internacional y la existencia de un mercado paralelo. La escasez de dólares es un serio impedimento al crecimiento de la economía.

Paralelamente, ha aumentado la compra de diésel y gasolina en el mercado internacional, para ser vendido en el mercado nacional a precios subsidiados, lo que significa para el país la salida de los escasos dólares. En conexión con la caída de la producción de gas natural, ha disminuido la producción nacional de estos combustibles. A medida que pasa el tiempo, le es más difícil al Gobierno abastecer al mercado de estos combustibles. Diariamente se producen colas en los surtidores de diésel y gasolina. Empresas privadas han optado por importar ellas mismas el diésel que necesitan para la producción de los bienes que ofrecen al mercado nacional.

Venezuela tiene las mayores reservas de petróleo del mundo y los transportistas venezolanos tienen que hacer cola durante varias horas para adquirir unos cuantos litros de gasolina. La empresa de petróleo de Venezuela PDVSA es incapaz de proveer gasolina en suficientes cantidades a la economía venezolana. Ha sido destruida por el gobierno de Hugo Chávez y conservada en ese estado por el gobierno de Nicolás Maduro. Lo mismo ha sucedido en Bolivia con Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) que fue convertida en una empresa quebrada por el gobierno del MAS de Evo Morales.

Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) fue convertida en la empresa monopólica de la industria de los hidrocarburos, asignándosele las funciones de explotación y exploración de los hidrocarburos. Estas funciones fueron llevadas por personal que no era calificado para ejercerlas. Los presidentes fueron nombrados por su afinidad política con el Presidente de la Republica o con el MAS. Uno de ellos se subía a los camiones repartidores de garrafas de gas y varios de ellos tuvieron que dejar su cargo porque fueron encontrados realizando actos de corrupción. Todos ejercían su cargo en forma interina. Como todas las empresas del gobierno, YPFB era una oficina de empleos para los partidarios políticos. Hubo denuncias (con pruebas) de que dirigentes políticos recibían sueldos sin realizar algún trabajo en la empresa, simplemente cobraban su sueldo al final de cada mes.

YPFB se dedicó a la explotación del gas y descuidó la exploración de nuevos campos para reponer las reservas. El Ministerio de Hidrocarburos y Energía diseñó un complicado procedimiento de contratación de servicios de exploración, que resultó en pocos contratos, que no encontraron nuevos depósitos de gas. Para suplir esta falta, la empresa estatal decidió asumir las tareas de exploración, pero las inversiones asignadas fueron insuficientes, puesto que la inversión fue dirigida más a la explotación de los campos de gas. YPFB fracasó totalmente en la reposición de las reservas de gas natural.

YPFB emprendió un ambicioso plan de industrialización que terminó en un fracaso y dejó para el país cuatro elefantes blancos: Planta separadora de Río Grande (184,9 millones de $US), Planta separadora de Gran Chaco (608,9 millones de $US), Planta de amoniaco y urea (862,5 millones de $US) con un ferrocarril que nunca se concluyó, donde se perdió 200 millones de $US y Planta de licuefacción de Río Grande (145,8 millones de $US). Estaban proyectadas las plantas de prolipropileno (1.700 millones de $US) y polietileno (4.798 millones de $US) cuya materia prima iba a ser producida por las plantas separadoras, de estas plantas se hicieron los estudios de diseño.

Entre 2008 y 2014, el gobierno de Evo Morales recibió 56.000 millones de $US por las exportaciones de gas natural y con las exportaciones de minerales y productos agroindustriales el ingreso recibido fue de 92.000 millones de $US. Nunca en su historia tuvo Bolivia semejantes ingresos, que si hubieran sido bien empleados, habrían marcado el camino para el esperado despegue de la economía boliviana. Estos cuantiosos ingresos fueron despilfarrados en gastos inútiles, empresas estatales deficitarias, malos proyectos, elefantes blancos y corrupción.

Con la justicia y el poder político copados, el gobierno de Evo Morales se ocupó de des institucionalizar al país y de convertir a la administración pública en un aparato de corrupción. Anuló los instrumentos que se tenía para controlar y fiscalizar la administración de los recursos del estado como la Ley SAFCO, el Sistema de Administración de Bienes y Servicios, el Sistema Nacional de Inversión Pública y a la institución encargada de hacer cumplir las normas de ellos, que es la Contraloría. De esta manera, los proyectos de inversión pública y los gastos del gobierno se hicieron según la voluntad y el deseo del presidente y los administradores públicos.

Con la guerra del gas se instituyen en el país el bloqueo y la pérdida del principio de autoridad. Los bloqueos en las carreteras y las marchas a y en la ciudad de La Paz, son los instrumentos para lograr la atención a requerimientos particulares de los sectores. El gobierno dejó de ejercer el deber que tiene de mantener la libre circulación por el territorio nacional, tanto en las calles como en las carreteras. Rige la ley del más fuerte o de los sectores que tienen más fuerza de presión como los mineros, que han conseguido apoderarse de empresas mineras, pagar impuestos reducidos y obtener leyes que favorezcan a su sector. Los bloqueos en las carreteras han ocasionado grandes pérdidas a la economía, sobre todo en lo que se refiere a las exportaciones. Este es un mal que se tiene que erradicar si se quiere que la economía pueda desarrollarse. Otros males que afectan a la vida social y económica del país son el narcotráfico, el contrabando, la toma de propiedades agrícolas en Santa Cruz y los incendios.

La ciudad de Santa Cruz se ha convertido en la ciudad más grande y poblada de Bolivia y en el motor económico del país. La metrópoli de La Paz, compuesta por las ciudades de La Paz y El Alto, es la segunda conurbación con más habitantes del país, su economía depende de los bienes y servicios que se producen en las dos ciudades, no tiene la agricultura y agroindustria que tiene Santa Cruz. Los insumos para su industria vienen de lejos, entonces su desempeño económico depende de las condiciones que se tengan en las dos ciudades, para favorecer el desarrollo de las empresas productoras de bienes y servicios. Pero en las dos ciudades, el ambiente para favorecer el desarrollo de sus economías se ha deteriorado considerablemente, por las movilizaciones que se producen continuamente y por el poder que han adquirido los sindicatos y los gremios, que no dejan que se ejecuten políticas que estimulen el desarrollo económico. De hecho, varias empresas, sobre todo de El Alto, se han ido a Santa Cruz, donde pueden realizar sus actividades con mayor seguridad. Muchos paceños y alteños han emigrado a esa ciudad, donde tienen mayores posibilidades de conseguir empleos. Sobre todo en la ciudad de El Alto, predomina la economía del empleo informal. La ciudad de La Paz tenía una floreciente industria del turismo, que se ha visto notablemente disminuida por la condiciones desfavorables para su desempeño.

A los 21 años de la guerra del gas tenemos un país en profunda crisis política y económica. En el ámbito político se tiene un gobierno autoritario, cuyo mandatario no quiere dejar la presidencia, pese a que no tiene la capacidad de resolver la crisis y su permanencia en el gobierno significará que ésta se profundice. Aún tiene que deshacerse de su mentor Evo Morales, que tiene todavía la pretensión de volver al poder político de la nación. El presidente Luis Arce ya no controla a la Asamblea Legislativa, tiene enfrentada a la oposición y a los asambleístas de su rival Evo Morales, por lo que tiene un bajo nivel de gobernabilidad. Tiene controlada a la Justicia, que se encuentra prácticamente deshecha. Para solucionar la crisis económica se necesitará recomponerla. Luis Arce no tiene la altura de estadista que tuvo Hernán Siles Suazo de dejar la presidencia, para que un gobierno competente resuelva la crisis económica.

Bolivia se encuentra en una profunda crisis económica expresada en un grave déficit fiscal, que se arrastra desde el año de 2014, un bajo nivel de reservas internacionales que ocasiona la escasez de dólares, una fuerte subvención a los combustibles que el gobierno le cuesta financiar, lo que ocasiona la escasez de estos en el mercado y una enorme deuda externa que el gobierno tiene que cumplir con las amortizaciones y pago de intereses. También el gobierno se verá próximamente en dificultades para cumplir con el pago de la parte que le corresponde en las pensiones de los jubilados, de la renta dignidad y de bonos que ha creado.

A los 21 años de la guerra del gas tenemos el resultado, en el que Bolivia ha perdido y la victoria ha sido de Evo Morales y el partido del MAS.

jueves, 4 de julio de 2024

Narciso Campero Leyes

 

Recientemente se ha publicado el libro “Tojo – Yavi” “La Saga de un marquesado” escrito por don Juan Carlos Castellanos Zamora. El libro relata la historia del marquesado de Tojo – Yavi, que se extendió desde Tarija hasta la mitad de la provincia de Tucumán. De este marquesado surgió Narciso Campero Leyes, que fue el presidente que eligieron los bolivianos para que dirija al país, cuando estaba por perder su único departamento con costa en el océano Pacifico.

Narciso Campero Leyes nació el 28 de octubre de 1813 en el pueblo de Tojo del marquesado del Tojo – Yavi. Fue hijo de Felipe Campero y Florencia Leyes. Su madre Florencia, falleció a los dos meses de haberle dado a luz. Su padre Felipe Campero era administrador general de los bienes del marqués del Tojo. Según la biografía de Narciso Campero del general Miguel Ramallo, su padre Felipe era hijo del tercer marqués del Valle del Tojo, aunque en las cartas que mantuvieron Felipe y el cuarto marqués, no se encuentra ninguna mención a la situación de parentesco, la que si se encuentra en cartas que Felipe Campero tuvo con parientes Campero que vivían en Tucumán. Juan José Feliciano Fernández Campero, cuarto marqués del Valle del Tojo, se convirtió a la causa patriota y contribuyó con su esfuerzo y fortuna a la guerra emancipadora. Organizó una guerrilla en el oeste de Tarija. Fue capturado y murió en el exilio.

Narciso Campero realizó sus estudios primarios en las escuelas de Tojo, Livilivi y Moraya. Su padre lo llevó a Sucre, donde realizó sus estudios secundarios en el Seminario Conciliar y en el Colegio Junín. Ingresó a la Universidad San Francisco Xavier para estudiar derecho. Venció los cinco años de estudio de la carrera y realizó el año de estudio práctico.

Campero no rindió el examen de tribunal, que exigía el reglamento de la universidad para obtener el título de abogado, por enlistarse en el ejército que se formó para enfrentar la declaratoria de guerra que hizo el dictador argentino Juan Manuel de Rosas a la Confederación Perú-Boliviana. Participó en las batallas de Montenegro e Iruya. Después de la batalla de Montenegro fue ascendido al grado de teniente segundo y luego a teniente primero con el que participó en la batalla de Iruya. Por su destacada actuación en la campaña, el comandante del ejército boliviano general Felipe Braun, convenció a Narciso Campero a que siguiese la carrera militar.

Continuó su carrera militar durante el gobierno del general Jose Miguel de Velasco, en el cual fue ascendido a capitán. A finales del año 1840 Velasco fue traicionado por sus edecanes Goitia y Agreda, quienes lo apresaron, proclamando como presidente al general Andrés de Santa Cruz y constituyendo una junta de gobierno. Pocos meses después el batallón 5º acantonado en Laja se sublevó proclamando como presidente al general José Ballivián. Al mismo tiempo los batallones 7º y 8º se sublevaron proclamando al general José Miguel de Velasco. Restituido en el poder, Velasco ascendió a Campero a mayor y le puso al mando de dos escuadrones de lanceros y le dio la orden de tomar la ciudad de Potosí, la cual Campero cumplió con éxito.

Cuando supo que el general Gamarra se disponía a invadir Bolivia, Campero propició mediante una carta la unión entre Velasco y Ballivián para defender a Bolivia. El general Ballivián tenía un grado militar superior al del general Velasco, por lo que asumió el mando del ejército boliviano. Un militar subalterno de Ballivián apresó con insultos al general Velasco. Dolido por esta acción y después de ser liberado, el general Velasco se exilió voluntariamente en Salta.

Por su actuación en la batalla de Ingavi fue ascendido al grado de teniente coronel y nombrado secretario de primera clase de la legación boliviana recientemente acreditada en Lima. En la capital peruana contrajo malaria por lo que tuvo que regresar a Bolivia. En 1844 Narciso Campero fue enviado a Europa por el presidente Ballivián para que haga estudios sobre las instituciones militares europeas.

En Madrid, en el trato que tuvo con jefes y oficiales españoles se dio cuenta que su educación era muy deficiente y que no correspondía a la que tenía que tener un teniente coronel. Pidió permiso y se fue a París para mejorar su educación. Consiguió ingresar a la academia del profesor J. Adhemar, un republicano mecenas de la educación. Estudió matemáticas y otras ciencias.

Obtuvo una beca gratuita de alumno extranjero para estudiar en la Escuela Politécnica. Después de tres años de estudio recibió el título de ingeniero civil, requisito indispensable para ingresar a la Escuela Militar Imperial de Estado Mayor de Saint Cyr. Después de rendir un brillante examen de ingreso, obtuvo una de las seis becas destinadas para los militares polacos. En 1854, habiendo terminado sus estudios en la Escuela de Estado Mayor, fue ascendido al grado de coronel por el Congreso y recibió la orden de regresar a Bolivia.

Como sus estudios de derecho fueron interrumpidos para unirse al ejército del general Felipe Braun, en 1856 rindió en Sucre su examen ante la Corte Superior de Justicia para obtener su título de abogado. Venció el examen e hizo el juramento de ley para ejercer la profesión de abogado.

Durante su estadía en Europa el general José Ballivián renunció a la presidencia, cansado de tener que enfrentar intentos de golpe de estado, asumió la presidencia nuevamente el general Velasco, quien a la postre fue derrocado por el general Manuel Isidoro Belzu y a éste le sucedió en el gobierno su yerno el general Jorge Córdova. Narciso Campero llegó a Bolivia cuando Córdova era presidente. Como líder de un movimiento que se originó en Sucre en contra de Córdova, Campero apoyó la ascensión a la presidencia del Dr. José María Linares. Fue nombrado jefe político y militar de la ciudad de Potosí. En 1859 Campero fue salvado de ser fusilado por sus amigos, que falsificaron su firma en una orden de rendición a la guarnición de la Casa de la Moneda, que los rebeldes utilizaron para tomarla.

Posteriormente fue nombrado jefe político del distrito de Cochabamba. Cuando ejercía esta función, el presidente José María Linares fue depuesto por sus más estrechos colaboradores, quienes constituyeron un triunvirato. El triunvirato convocó a una convención nacional, que se reunió en Sucre y proclamó como presidente constitucional al general José María de Achá. A fines de abril de 1861, el coronel Campero entregó la jefatura política del departamento al prefecto designado por el presidente Achá y decidió marcharse a Europa.

En Europa, Narciso Campero se dedicó durante tres años (1861 – 1864) a viajar por los países europeos. A fines de 1864 decidió volver a Bolivia, durante el viaje de regreso, en Panamá, se enteró que el general Mariano Melgarejo había derrocado al general Achá (28 de diciembre de 1864). De Panamá tomó un barco para llegar a Arica. Desde este puerto viajó en tren a Tacna, y de allí viajó hasta Oruro montado a caballo. Luego se dirigió al norte llegando a Caracollo, donde se encontró con el general Melgarejo, quien lo reincorporó al ejército. Lo que estaba sucediendo es que Melgarejo se dirigía con su ejército a la ciudad de La Paz a conjurar una insurrección a favor del general Isidoro Belzu. De esta manera Campero participó de la reconquista del palacio de gobierno por parte de Melgarejo, donde el general Belzu fue muerto por el disparo de un riflero (27 de marzo de 1865).

El general Narciso Campero estuvo en el gobierno de Melgarejo, hasta que perdió la simpatía del caudillo. En el pueblo de Paria Melgarejo furioso le llamó “traidor e inútil” y lo sentenció a fusilarlo. Ordenó que se presentaran cuatro tiradores. Las demás personas que participaban de la reunión lograron que ordenara el retiro de los tiradores. Melgarejo después de llenar de improperios a Campero lo llamó inútil. “Si soy inútil” respondió con firmeza Campero “que cosa más sencilla que mi inmediata separación del ejército”. “Ahora mismo” contestó Melgarejo, sacando de su bolsillo una orden que puso sobre la mesa.

En una noche fría del mes de junio, el general Campero partió montado en su caballo con rumbo al oeste, escoltado por dos oficiales. A los tres días llegaron al pueblo de Curahuara, donde uno de sus escoltas tomó el camino de regreso. Con el comandante Matías Irigoyen llegaron al pueblo de Andahuayllas, en donde fueron alojados por el cura del pueblo.

Al día siguiente, el sacristán informó al cura que un Quisbert y el corregidor habían decidido vengar la muerte del general Belzu, enviando la cabeza del general Campero a la ciudad de La Paz. Ante la inminencia de ser atacados, Campero envió mensajes al prefecto Andrade y al comandante de frontera José María Cordero, pidiéndoles que acudieran en el acto con la fuerza armada.

La casa fue rodeada por una turba. Quisbert y el corregidor entraron a la casa. Quisbert le dijo al cura, “Tengo la orden de remitir la cabeza del general Campero al comandante Cordero”. El cura respondió enérgicamente “No sacaran de esta casa al general Campero, sino sobre mi cadáver”. “Fuera de aquí” respondió el cura, a lo que los dos líderes de la revuelta se marcharon. Los sitiadores profiriendo amenazas lanzaban piedras sobre la casa y cuando amontonaban leña junto a la puerta, llegó el comandante José María Cordero con una fuerza armada. Al día siguiente el general Campero y su escolta, se despidieron del digno y valeroso sacerdote y escoltados por el comandante Cordero se marcharon de la casa.

El general Campero decidió emigrar a la ciudad peruana de Tacna, a donde llegó a principios de enero de 1866. Estuvo poco tiempo en Tacna. A Campero se le agotó el dinero y como no podía trabajar como abogado, decidió trasladarse a Buenos Aires. Con el préstamo de 1.000 soles que le hizo un amigo, pudo hacer el viaje a Buenos Aires.

En Buenos Aires se vio en una muy mala situación económica, por lo que se puso a buscar trabajo. No podía ejercer su profesión de abogado porque su título lo tenía en Sucre, por lo que trabajó como escribiente en un bufet. Cuando recibió su título que le enviaron de Sucre, con un compañero de trabajo abrió un bufet. En poco tiempo lograron hacerse de una numerosa clientela. Su socio apellidado Belz tuvo que regresar a su patria Francia, dejando a Campero a cargo del bufet.

El abogado Campero defendió con éxito a dos ancianas en un juicio contra unos parientes que trataban de despojarlas de una herencia. Las ancianas eran parientes cercanas de la esposa del expresidente general Justo José de Urquiza, quien propuso a Campero que se hiciera cargo de sus asuntos judiciales. Campero trabajó para el general Urquiza hasta septiembre de 1870, estuvo cuatro años en Argentina.

A mediados de 1870, Campero recibió cartas de sus amigos políticos de Potosí en las cuales se le invitaba a ser el líder de un movimiento revolucionario, que preparaban para derrocar a Melgarejo. En enero de 1871, Campero en Cotagaita organizó una fuerza armada con la que tomó la ciudad de Potosí. En seguida, llegó la noticia de la derrota de Melgarejo el 15 de enero en la ciudad de La Paz, por los revolucionarios encabezados por el coronel Agustín Morales, quien se posesionó como presidente provisorio. Campero reconoció al nuevo gobierno, que llamó a una convención a realizarse en la ciudad de Sucre para redactar una constitución y elegir al presidente. Campero fue elegido como convencional por Potosí.

La convención se reunió en Sucre a principios de mayo de 1871. Se ascendió a generales de brigada a los coroneles Campero, Rendón y Arguedas. Se ratificó como presidente provisorio al coronel Agustín Morales, hasta que se eligiera mediante elecciones al presidente constitucional. Se procedió a la realización de elecciones. En las elecciones salió elegido como presidente el coronel Agustín Morales. Campero fue nombrado ministro de guerra y posteriormente fue nombrado embajador y ministro plenipotenciario ante los gobiernos Francia, Gran Bretaña e Italia.

Pocos días antes de ser nombrado embajador, Narciso Campero que ya tenía 57 años, pidió la mano de Lindaura Anzoátegui Campero que tenía 21 años, hija de María Calixta Campero, hija del marqués de Tojo. Cuando Narciso Campero estaba estudiando la secundaria en Sucre, estaba bajo la tutela del Sr. Julio Boeto, donde también estaba viviendo María Calixta, de esa manera tuvo una relación familiar con ella. El 21 de junio de 1871 el arzobispo de La Plata Pedro Puch bendijo el matrimonio de Narciso y Lindaura. A mediados de julio, los flamantes esposos partieron de Sucre para realizar el largo viaje para llegar a Europa.

Después de casi un año, a principios de junio de 1872, llegaron a su destino final, la ciudad de Paris. El 20 de junio de 1872, el general Narciso Campero vestido con uniforme militar, acompañado de su esposa elegantemente vestida, presentó sus credenciales en el Palacio Eliseo. Por encargo del gobierno viajó a Londres a negociar un empréstito de 600.000 libras esterlinas. Como embajador de Bolivia, se presentó con su esposa ante la reina Victoria. En el viaje a Londres, Lindaura estaba embarazada, de regreso a Paris dio a luz a su hijo Victor Salvador el 2 de noviembre de 1872.

El presidente Agustín Morales murió en una trifulca y fue elegido como presidente Adolfo Ballivián, quien falleció a los nueve meses de haberse posesionado. Le sucedió el doctor Tomás Frías. Con el nuevo gobierno el general Campero comenzó a tener continuos retrasos en el envío de sus haberes. En vista de ello Campero pidió su retiro. Finalmente el gobierno dejo de enviarle sus haberes.

El 23 de febrero de 1874 nació el segundo hijo de los esposos Campero, que fue bautizado con el nombre de Eduardo José. Finalmente en junio de este año llegó la carta de retiro, pero sin los fondos necesarios para el viaje de regreso de él y su familia. Para realizar el viaje, Campero tuvo que pedir un préstamo de 15.000 francos a la firma Artola y Hermanos, con el compromiso de pagar él los intereses y el capital, si el gobierno no reconocía la deuda. El 20 de junio de 1874 salieron de Paris el general Campero y su familia, tomaron en El Havre un barco transatlántico que los llevó a Montevideo, pasaron a Buenos Aires, en diligencia viajaron hasta Jujuy y montados a caballo llegaron a Sucre.

En julio de 2075 Campero recibió el nombramiento de prefecto de Potosí. Como prefecto de Potosí tuvo que enfrentar una conspiración. El 4 de mayo de 1876 el general Hilarión Daza apresó en su despacho al presidente Tomás Frías y a todos los miembros de su gabinete. Los conspiradores de Potosí y también de Sucre reconocieron como presidente a Hilarión Daza. Campero tuvo que regresar a Sucre, donde fue apresado por orden del prefecto Ipiña. Fue ingresado a un calabozo y sujeto a una barra de grillos.

El 22 de junio de 1876 debía llegar a Sucre el general Daza. Varios amigos del general Campero fueron a darle encuentro en la posta Mama Huasi y le hicieron presente que si no ordenaba la libertad del general Campero, el pueblo de Sucre le recibiría de una manera hostil. Daza fingió que ignoraba la prisión del general Campero e inmediatamente envío la orden de libertad.

Durante el gobierno de Hilarión Daza, el general Campero no cumplió ninguna función pública. Su situación económica era desastrosa, para salvarla decidió ir a explotar la finca Orkas de su esposa. Campero en la finca se dedicó a la ganadería, agricultura y a la horticultura. El 14 de abril de 1877 en Sopachuy, Lindaura dio a luz una niña a la que le pusieron el nombre de Rosa Valeriana. El traslado a la finca fue providencial para la familia Campero, ya que así pudieron librarse de la sequía, hambruna y peste que azotó al país en los años 1877 y 1878.

A fines de 1878 Narciso Campero se trasladó a Tupiza para instaurar en primera instancia una demanda contra Gregorio Pacheco, con el cual tenía un litigio respecto a la mina Guadalupe. Al saberse en Tupiza de la invasión por parte de Chile del departamento del Litoral, el pueblo de Tupiza emitió una acta de protesta a la que Narciso Campero se adhirió. El presidente Hilarión Daza al encontrar la firma del general Campero en el acta, le escribió una carta en la que lo nombra Comandante General de la 3ª División, que debía organizarse en Potosí. Narciso Campero respondió con otra carta, en la que pese a su quebrantada salud acepta el nombramiento, posponiendo todo al servicio de la patria. Campero ya tenía 64 años.

La tercera división se convirtió en quinta, por la gran cantidad de voluntarios que se presentaron en toda la república. Con voluntarios, principalmente de los departamentos de Potosí y Tarija, la quinta división se formó con cuatro batallones: Bustillo, Ayacucho, Chorolque y Tarija, cada uno con 500 hombres y el escuadrón Méndez de 140 jinetes. Para armarla se encargó a la Argentina 3.000 rifles Remington, munición y calzado.

El presidente Daza y su ministro Jofré, sin preocuparse de la situación en que se encontraba la Quinta División, mandaban órdenes que no obedecían a un plan definido de acción y que no consideraban la situación real de la división. La primera orden que recibió Campero de Daza fue que tan pronto le llegasen las armas de la Argentina “tendría que incorporarse al ejército aliado en la línea del río Loa, ya sea desalojando a los chilenos instalados en Calama o bien tomando el trayecto más cómodo, seguro y recto hasta Tarapacá, Pica o Iquique”. La siguiente orden vino instruyendo que la división esté preparada para marchar hacia San Cristóbal de Lipez y esperar allí para marchar hacía Calama o hacia Tarapacá.

Campero dejó Potosí y trasladó su cuartel general a Cotagaita. De aquí informó al presidente Daza de la situación de la división. Le informó que los inconvenientes para movilizar a la división eran: la falta de ropa y abrigo en que se encontraban algunos batallones, la falta de víveres y forrajes, el dinero de que disponía no alcanzaba para el pago a jefes, oficiales y soldados, el escuadrón Méndez estaba a pie, sus caballos estaban en mal estado, para movilizar la carga se requerían 100 mulas y solo se disponían de tres. El armamento que había recibido era de 1.800 rifles Remington, de estos la mitad eran inservibles y la pólvora entregada era de muy mala calidad.

Le respondieron el presidente Daza y el ministro Jofré que habían recibido con desagrado su oficio, porque ya no podrían movilizar al ejército, puesto que el ala izquierda que debía ocupar la quinta división estaría desguarnecida, pese a que se le asignaron los fondos necesarios y se le proveyó de armamento con grandes sacrificios. Se le ordenó que debe marchar hasta Huatacondo.

A pesar de los informes que mandaba Campero sobre la situación de la división, desde Tacna el presidente Daza y sus cercanos colaboradores Jofré y Reyes Ortiz, seguían mandando órdenes en tono inamistoso, que ignoraban el hecho de que la Quinta División no contaba con los recursos necesarios para movilizarse. Las órdenes estaban dirigidas a hacer caer sobre Campero la responsabilidad sobre “serias dificultades en el teatro de campaña ocasionadas por su demora en la ejecución de las órdenes”.

Campero finalmente decidió abandonar Cotagaita y llevar la división a San Cristóbal, “aunque con la seguridad de que iba a sacrificarla por la falta de recursos, tal vez antes de que llegara a ocupar su puesto en la línea de operaciones”. Lo hacía porque “se le ordenaba con conocimiento de causa”.

En Cotagaita la Quinta División tenía agua, alimentos, forraje y un clima templado, con la orden de marchar al altiplano sin los recursos necesarios de alimentos, ropa, animales de carga y forraje fue condenada a sufrir un vía crucis por las gélidas pampas del altiplano. Durante toda la marcha se produjeron enfermos y muertes de soldados por el frio, cansancio y falta de alimentos y muerte de animales por falta de forraje. Los alimentos básicos como pan, azúcar y arroz desaparecieron, la tropa solo disponía de un poco de maíz y charqui. Los jefes y oficiales no podían atender sus necesidades con el escaso viatico que recibían. En ciertos trayectos no se disponía de agua. En el día el sol era abrazador y en la noche el frio era intenso. En algunos lugares encontraban agua, cebada, corderos y ganado vacuno y también pequeñas poblaciones donde se podía comprar alimentos, que significaban un alivio para la precaria situación. En otros recibían víveres y forraje de la empresa Huanchaca y también de Aniceto Arce que llegaba personalmente con ropa y víveres.

El 18 de octubre de 1879 llegó la noticia del hundimiento del Huáscar. El 13 de noviembre llegó el pedido del general peruano Buendía de que la división marche sin tardanza hasta Tarapacá, en vista de que un poderoso ejército chileno había desembarcado en Pisagua. Dada la situación lamentable en que se encontraba la división, era un pedido imposible de cumplir; además del largo trayecto que debería atravesar, incluyendo una parte por el desierto. Al poco tiempo llegó la noticia de la desastrosa derrota de San Francisco. La potencia de fuego del ejército chileno provocó el desbande del ejército aliado. Los regimientos peruanos emprendieron la marcha al norte y los regimientos bolivianos, con excepción del regimiento Loa, emprendieron la marcha a Bolivia.

Para mediados de diciembre, la división llegó a las orillas del lago Poopó. El 23 de diciembre llegó una orden del general Daza para que la división se dirija sobre Calama. El general Campero cumplió la orden poniendo en marcha a la división en dirección a Calama por la vía de Tomave. Cuando la división llegó a Tomave, recibió la contraorden de regresar e incorporarse al ejército acantonado en Tacna. Campero respondió: “Las marchas y contramarchas que ha tenido que realizar la división, ora en busca de subsistencias, ora en cumplimiento de órdenes de ese Estado Mayor General, ha ocasionado la ruina de la recua que conduce las municiones y de todos los medios de transporte… Tan luego se abrigue la tropa y se recuperen las bestias que están sumamente flacas y arruinadas, me apresuraré a marchar con la división de mi mando a ese Cuartel General”.

Cuando Campero escribió esta respuesta, no sabía que los oficiales del ejército boliviano habían destituido por unanimidad a Daza de sus funciones de presidente y comandante. De acuerdo al plan elaborado para enfrentar al ejército chileno, Daza tenía que ir a Iquique a reunirse con el general Buendía. Yendo con el ejército a cumplir con el plan, en Camarones, Daza manipuló una reunión que decidió que el ejército volviera a Tacna. La retirada de Camarones fue la gota que colmó el vaso, pues Daza mantuvo al ejército en completa inactividad durante trece meses dedicándose él “a mandonear y pasar su vida en los placeres de paseos al campo y de diversiones nocturnas” según atestigua el coronel Eliodoro Camacho.

La Quinta División salió de Cotagaita el 11 de octubre de 1879 y llegó a Oruro el 19 de enero de 1880. Recorrió más de 1.000 Km en pésimas condiciones de abrigo y alimentación. Su entrada a Oruro la hicieron parte de sus soldados con uniformes confeccionados por ellos mismos, la mayoría en harapos. Muchos oficiales llegaron a pie, porque se les habían muerto sus cabalgaduras. Las municiones llegaron transportadas en llamas y a hombro de campesinos. La división continuó su marcha hasta La Paz.

La marcha de la Quinta División fue observada por el ejército chileno mediante espías disfrazados de comerciantes. Sabían plenamente que no constituía una unidad de combate, que significará una amenaza. Más bien sus comandos deseaban que Campero cometiese la imprudencia de atacar Calama, que era “una plaza bien atrincherada, bien guarnecida por tropas veteranas”. Hubo dos enfrentamientos con el ejército chileno, la del coronel Rufino Carrasco que con un escuadrón de 70 militares incursionó en territorio ocupado por los chilenos y derrotó a un destacamento chileno en Tambillo. El otro fue el del coronel Lino Morales que sorprendió a un destacamento chileno en Canchas Blancas, que fue atacado y dispersado.

Antes de la llegada de Campero a Oruro, se produjeron dos comicios que proclamaron Jefe Supremo de la Nación al general Narciso Campero y Comandante en Jefe del Ejército al coronel Eliodoro Camacho. En Cochabamba, los políticos más importantes encabezados por Mariano Baptista apoyaron el pronunciamiento de Oruro. A estos pronunciamientos siguieron manifestaciones populares en Sucre, Potosí, Tarija y varias provincias, proclamando como presidente a Narciso Campero. Un comicio popular en La Paz declaró que estaba de acuerdo con lo resuelto por los demás departamentos. En Oruro Campero emitió la siguiente declaración: “Acepto la comisión provisoria que me confiere la patria y asumo la Presidencia de Bolivia mientras se reúna la Convención Nacional”. El presidente Campero fue aceptado en toda Bolivia con beneplácito y esperanza.

El 4 de abril de 1880 partió de La Paz la Quinta División para unirse al ejército de Tacna, esta vez estaba compuesta por los batallones Tarija, Chorolque y Grau y el escuadrón Méndez de francotiradores montados. Ya no estaban los batallones Bustillo y Ayacucho, los reemplazaba el batallón Grau, compuesto en su mayoría por cochabambinos.

Las diferencias de opinión entre los comandantes boliviano, coronel Eliodoro Camacho y peruano, contralmirante Lizardo Montero, impulso a que el ministro peruano acreditado en La Paz pidiera al presidente Campero a que marchase a Tacna a ponerse al mando del ejército aliado. Campero encargó la administración del gobierno al Dr. Ladislao Cabrera y partió hacia Tacna. En Tacna, el comandante Montero entregó el mando del ejército aliado a Campero, que lo había asumido con carácter provisional desde la salida del presidente peruano general Prado. El presidente del Perú Nicolás de Piérola recibió con beneplácito la noticia.

Campero descartó en forma práctica el plan de Camacho de trasladar el ejército al valle contiguo del río Sama, haciendo el ejercicio de llevar al ejército a este valle, lo que resultó infactible por la falta de recursos para movilizar al ejército. Se regresó a la ciudad de Tacna y se eligió a la meseta de Intiorco para esperar y enfrentar al ejército chileno, se bautizó al lugar con el nombre de “Alto de la Alianza”. A los pocos días llegó la noticia de que el ejército chileno había ocupado el valle de Sama. Se ubicó a las divisiones en sus sitios de combate, alternando a las peruanas con las bolivianas. Se hicieron ejercicios de defensa y ataque.

El general Manuel Baquedano, comandante del ejército chileno, fijó el 26 de mayo para el ataque al ejército aliado. El 25 de mayo a las 6 de la tarde el ejército se trasladó a Quebrada Honda a 11 kilómetros de donde se encontraba el ejército Perú boliviano. Este día el general Campero sorprendió a sus subalternos comunicándoles que su condición de Presidente de Bolivia y por tanto de Supremo Director de la Guerra había terminado, en vista de que la Convención Nacional debía estar iniciando sus sesiones en La Paz. Él se ponía a órdenes del coronel Eliodoro Camacho y nombraba al contraalmirante Lizardo Montero jefe superior de las fuerzas aliadas. Montero, Camacho y los demás jefes no aceptaron la resolución de Campero, más bien lo nombraron General en Jefe del Ejército Aliado.

Un escuadrón de caballería peruano que estaba en misión de vigilancia sorprendió a una recua de 60 mulas llevando odres de agua. Fueron capturados dos de los cinco arrieros, los que informaron que el ejército chileno se estaba reuniendo en Quebrada Honda. Reunidos Campero y los jefes peruanos y bolivianos decidieron marchar a Quebrada Honda y sorprender al ejército chileno. El ejército aliado partió a las 12 de la noche dividido en tres columnas al mando de Campero, Camacho y Montero. En el camino, la marcha se vio dificultada por la camanchaca o niebla del desierto, las tres columnas perdieron la dirección que las llevaría al campamento enemigo y se produjo una gran confusión. Campero ordenó que se regresara a donde habían partido.

Las unidades llegaron al campo donde esperarían al ejército chileno entre las 6 y las 8 de la mañana. Cuando se disponían tomar desayuno, se produjo el toque de generala avisando que el ejército chileno se encontraba a la vista. Todos los batallones ocuparon el lugar que tenían señalado para enfrentar al enemigo.

El ejército aliado estaba distribuido en tres alas, el ala derecha comandada por el contralmirante Lizardo Montero, la del centro por el coronel Miguel Castro Pinto y la de la izquierda por el coronel Eliodoro Camacho. Estaba compuesto por 12.000 combatientes, 6.500 peruanos y 5.500 bolivianos. Como artillería tenía 17 cañones y seis ametralladoras. Su caballería no pasaba de 300 jinetes. El ejército chileno contaba con 19.600 combatientes, gran cantidad de baterías de montaña y campaña operadas por 1.950 hombres y una caballería de 2.300 jinetes.

El ejército boliviano estaba compuesto en su mayor parte por voluntarios sin ninguna preparación militar, los más antiguos habían estado en Tacna vegetando durante trece meses sin realizar ejercicios militares y los nuevos de la Quinta División habían llegado desgastados por la penosa marcha de cinco meses por el gélido altiplano. Algunos soldados, como los del batallón Loa, tenían experiencia de combate en Pisagua, San Francisco y Tarapacá. Otros tenían la experiencia de combates en los golpes de estado.

La batalla se inició con el duelo entre las artillerías, que no tuvo mayores efectos. Las unidades de la primera división del ejército chileno, con sus 3.200 combatientes, se lanzó en ataque contra el ala izquierda comandada por el coronel Camacho. Sus combatientes resistieron con mucho valor el ataque. El batallón Sucre compuesto por jóvenes adolescentes de la ciudad de Sucre, penetraron profundamente en el campo enemigo, pero a un costo muy alto que significó su aniquilación en un 81 %. Cuando la resistencia se hizo precaria, el coronel Camacho pidió al general Campero refuerzos, quien le mandó a los batallones Aroma y Colorados. Los dos batallones lograron recuperar el terreno perdido. Su avance fue detenido por el ataque de un batallón de la caballería chilena que logró dispersar, pero ya no pudo contra la tercera división chilena y tuvo que replegarse.

En las alas del centro y de la derecha los aliados combatieron también con mucho valor, resistiendo el ataque chileno de la segunda y cuarta división respectivamente. A las cuatro horas de combate, los aliados llegaron al límite de sus fuerzas. En cambio el ejército chileno contaba con la tercera división que recién comenzaba a entrar en combate, con su caballería casi intacta y con una reserva de 4.300 hombres. Superados numéricamente por el ejército chileno, sin contar con mayores refuerzos, los combatientes que quedaban agotados y sin municiones, tuvieron que replegarse iniciando el desmoronamiento del frente aliado. El general Campero se reunió con el contralmirante Montero, jefes que habían sobrevivido al combate y el prefecto de Tacna, decidieron que el ejército aliado sobreviviente se retirase del campo de batalla. Los bolivianos iniciaron el camino de regreso a su patria.

En el camino de regreso, en Yarapalca, el general Campero escribió el 27 de mayo de 1880 al Presidente de la Convención Nacional: “Señor: el día de ayer, en una meseta situada a dos leguas de Tacna, después de un reñido y sangriento combate de 4 horas, fue deshecho el ejército aliado de mi mando. Hubo momentos en los que la victoria parecía balancearse, más la gran superioridad del enemigo, en número, calidad de armamentos y demás elementos bélicos, hizo inútiles todas mis disposiciones y los esfuerzos de los bravos defensores de la Alianza”.

Campero regresaba a Bolivia derrotado y agotado, le escribió a su esposa “me hallo ileso, lo que me preocupa es que cuenta voy a dar a la nación del ejército que me confió”. Grande fue su sorpresa, cuando en Charaña el 31 de mayo de 1880 recibió un correo de la ciudad de La Paz, que le comunicaba que la Convención Nacional reunida el día anterior, lo había elegido como Presidente Constitucional de la República. Le pedía que siguiese dirigiendo el destino de la nación en el momento más aciago de su historia. Campero aceptó la designación diciendo: “mi vida, mi voluntad, mi brazo, pertenecen a la patria. Quiero morir por ella y acepto el nuevo deber que me impone”.

Narciso Campero ejerció la Presidencia de la República hasta septiembre de 1884, la pasó a su primo hermano Gregorio Pacheco, a quien sacó de la indigencia cuando era muy joven, lo llevó a Europa, lo hizo estudiar y lo devolvió a Bolivia con recursos para iniciar su carrera de empresario. Pacheco fue el candidato que salió tercero en las elecciones de 1884, Eliodoro Camacho fue primero y segundo Aniceto Arce, pero fue elegido por el Congreso, gracias a un acuerdo que logró con Arce. Campero se retiró a la vida privada a vivir con su amada y abnegada esposa Lindaura Anzoátegui Campero y sus cuatro hijos, aunque permaneció activo en la política, merced a su gran prestigio. Falleció el 11 de diciembre de 1896 a la edad de 83 años.