domingo, 9 de agosto de 2020

DESPILFARRO EN EL SECTOR TRANSPORTE

 

I.  Despilfarro en las carreteras

 

El ministro de obras públicas Iván Arias del Gobierno de la presidenta Janine Añez, dio un informe a mediados del mes de diciembre de 2019, de la situación del plan de inversiones de la Administración Boliviana de Carreteras (ABC), que establece que durante el gobierno de Evo Morales (2006 – 2019) se han gastado 11.000 millones de $US en las carreteras. De las carreteras construidas en este periodo, el 75 % presenta “deficiencias severas en el diseño, construcción, supervisión, entrega y recepción final”. El ministro señaló que hubo “ausencia de licitaciones, sobreprecios, malos sistemas de supervisión y politización en las decisiones” Este gasto equivale a ocho veces lo destinado a salud en el periodo y a 41 % de la deuda contraída en el mismo. Con estos 11.000 millones de $US, Bolivia debería tener una super red de carreteras que cubra todo el territorio nacional y abarque a las tres redes: fundamental, departamental y municipal.

 

Este enorme gasto se ha hecho para la construcción de carreteras de dos carriles (uno de ida y otro de vuelta) y la construcción de dobles vías (dos carriles de ida y dos de vuelta). Pese a ello, las últimas temporadas de lluvias han mostrado que Bolivia tiene una precaria red de carreteras. La mayor parte del territorio, particularmente el norte a partir de la carretera Copacabana – La Paz – Oruro – Cochabamba – Santa Cruz – Puerto Suarez, no dispone de transporte carretero transitable los 365 días del año. Desde Cobija, capital del Departamento de Pando, se puede llegar hasta Ilo, Matarani o Lima por una carretera pavimentada transitable los 365 días del año. En cambio, desde La Paz hasta Cobija se llega hasta en seis días por una carretera precaria, que se interrumpe en la temporada de lluvias, donde además hay proyectos de construcción por muchos millones de dólares.

 

Los proyectos del programa de inversión de la ABC no han seguido las normas de los sistemas de inversión pública y de administración de bienes y servicios. No han salido de un proceso de selección según criterios económicos, financieros y de ingeniería. Los proyectos se han elegido según el libre albedrío del presidente o de los funcionarios que ponían a su consideración los proyectos para su aprobación.

 

La Administradora Boliviana de Carreteras ha obviado la realización de los estudios de factibilidad, violando una de las normas del Sistema Nacional de Inversión Pública, que especifica que un proyecto de inversión pública “debe contar con los estudios y evaluaciones que recomienden la asignación de recursos al proyecto, de acuerdo a los criterios de rentabilidad socioeconómica establecidos por el Órgano Rector”. De esta manera se han elegido proyectos costosos y sobredimensionados. Las dobles vías se justifican cuando la carretera ha alcanzado elevados volúmenes de tráfico (40.000 vehículos por día) y la ABC ha construido dobles vías, en carreteras que tienen tráficos inferiores a 6.000 vehículos por día.

 

La contratación de las empresas constructoras de las carreteras se ha realizado con procedimientos que no han seguido las normas del Sistema de Administración de Bienes y Servicios. No se ha llamado a licitaciones públicas y las adjudicaciones a las empresas constructoras se ha hecho de manera arbitraria y se ha seguido la modalidad de contratación “llave en mano” donde el contratista realiza el diseño y la construcción de la carretera y puede cobrar lo que quiere. Estos procedimientos han eliminado la transparencia en la ejecución de los proyectos carreteros. A ello hay que agregar la falta de control de parte de la Contraloría, que nunca se ha pronunciado por la clara infracción que la Administración Boliviana de Carreteras hacía de las normas legales vigentes.

 

La ABC ha contratado mayormente a empresas extranjeras, en ciertos casos a empresas que nunca habían construido una carretera y que para cumplir con el contrato tenían que recién conformar el plantel de ingenieros, con personal externo que no pertenecía a la empresa y además no disponían del equipo para construir la carretera.

 

En los proyectos se ha encontrado muchas irregularidades, como la rescinción de contratos por incumplimiento en la ejecución de las obras contratadas, mala ejecución de las obras, abandono de las empresas, malas prácticas de construcción, avances físicos mínimos frente a desembolsos máximos, discordantes con el avance que tuvo la empresa en la construcción de la carretera.

 

II.  Despilfarro en los aeropuertos

 

Los aeropuertos fueron otra fuente de despilfarro (260 millones de $US) en el gobierno de Evo Morales. En sus 14 años de gobierno se han construido aeropuertos que no se usan o que tienen muy poco uso. La lista incluye a los aeropuertos de: Uyuni (14,9 M.$US), Oruro (21,6 M.$US), Chimoré (36,3 M.$US), San Ignacio de Velasco (31,5 M.$US), Copacabana (7.3 M.$US) y Monteagudo (8,3 M.$US). Por otra parte, la Gobernación de La Paz ha construido aeropuertos en Apolo e Ixíamas.

 

Supuestamente el aeropuerto de Uyuni se ha construido para llevar turistas al salar de Uyuni, sin considerar que los turistas que atrae el salar son turistas de aventura que usan el transporte carretero. Se ofrece un servicio diario, con un avión de 50 pasajeros, que no justifica la construcción del aeropuerto. El aeropuerto de Oruro tiene solo un vuelo semanal de ida y vuelta a Santa Cruz ofrecido también por BOA, con un promedio de 20 pasajeros para un avión que tiene capacidad para 100 pasajeros.

 

El aeropuerto de Chimoré fue construido para que sea un “hub intercontinental” distribuidor de carga y pasajeros. Tiene una pista de 4.000 m y efectivamente tiene instalaciones para manejar pasajeros y carga, que están completamente sin uso. Otro aeropuerto que pretende ser convertido en hub de carga y pasajeros es el de Santa Cruz. El gobierno de Evo Morales ha comprometido un proyecto por más de 400 millones de $US para la ampliación de ese aeropuerto. Ello en el entendido de que, habiendo un aeropuerto de esa magnitud, se generará la carga y pasajeros que usaran la capacidad ofrecida por el aeropuerto. Los aeropuertos se construyen o se amplían para satisfacer una demanda creciente, derivada del crecimiento de la economía de la ciudad o región a la que sirve el aeropuerto.

 

Los aeropuertos de San Ignacio de Velasco, Copacabana, Monteagudo, Apolo, y Ixíamas, se han construido en ciudades que tienen poca población, donde no hay demanda para transporte aéreo. Nadie va a Copacabana en avión.

 

En Sucre se ha construido un segundo aeropuerto, sin que haya una razón valedera para desechar el aeropuerto que ha estado operando desde hace tantos años sin mayores inconvenientes. El aeropuerto está en Alcantari a 25 Km de la ciudad de Sucre y las operaciones se suspenden por eventos de neblina y lluvia. Su costo ha sido de 55,7 millones de $US. Se han invertido 28,9 millones de $US para convertir el aeropuerto de Cobija en uno de categoría internacional. El que había satisfacía la demanda de la ciudad de Cobija y la demanda por vuelos internacionales debe ser muy marginal y si hay pasajeros que desean viajar al exterior, tienen que ser llevados al aeropuerto internacional de Santa Cruz.

 

El gobierno de Evo Morales pagó en 2015 una indemnización de 38,5 millones de $US a la empresa Albertis, para tener la propiedad de SABSA, que administraba los aeropuertos de La Paz, Cochabamba y Santa Cruz. Gastó con recursos del TGN 7 millones de $US para la modernización del aeropuerto de El Alto. En 2018 la empresa estatal tuvo una pérdida de 18,1 millones de $US y en 2019 de 3,7 millones de $US.

 

III.  Despilfarro en los ferrocarriles

 

Se ha construido en Bulo Bulo (Chapare) una planta para producir urea y amoniaco, a un costo de 862,5 millones de $US, con el supuesto de que su producción será colocada mayormente en el mercado internacional, particularmente en Brasil. El hecho de estar ubicada en el Chapare aumenta los costos de capital y de transporte, porque se ha tenido que construir un ferrocarril de 150 Km entre Bulo Bulo y Montero para llevar el producto hasta Puerto Suarez. La planta debía haber sido ubicada en esta ciudad, por donde pasa el gasoducto que lleva el gas al Brasil y donde estaría cerca al mercado. La planta ha demostrado no ser factible y se encuentra paralizada.

 

            El costo del ferrocarril fue de 267 millones de $US. La construcción comenzó en 2013 y tenía que ser finalizada en 2019. Se contrató a dos empresas para construir dos tramos del ferrocarril, Montero – Yapacaní y Yapacaní – Bulo Bulo. En el primero, la empresa CAMC abandonó la construcción del tramo y se contrató otra empresa. En el tramo Yapacaní – Bulo Bulo se han construido cuatro puentes de envergadura.

 

Tren metropolitano de Cochabamba

 

Tiene un costo de 447,6 millones de $US que es cubierto con recursos del TGN. Las obras comenzaron en agosto de 2017. Contará con tres líneas: roja, amarilla y verde y tendrá 42,17 Km de longitud. Pasará por seis municipios: Sipe Sipe, Vinto, Quillacollo, Colcapirhua, Cercado y Sacaba. Se han concluido las líneas roja y amarilla, para la línea verde no se ha definido su trazado. El tren no ingresará al casco viejo.

 

            Según el Plan de Movilidad Urbana de Cochabamba, de acuerdo a su capacidad de transporte de 71.200 pasajeros diarios, el tren metropolitano podrá cubrir solo el 7,3% de la demanda potencial de pasajeros de su área de influencia. El tren sirve a pasajeros que se encuentran a 500 m a ambos lados de la vía y desean viajar a destinos que se encuentran a 500 m a ambos lados de la vía. No sirve para los otros miles deseos de viaje que hay en la Metrópoli de Cochabamba y que los cubre el transporte automotor. Por otro lado, el tren se ha construido por zonas despobladas, habitadas por personas que no usaran los servicios del tren. Lo razonable hubiera sido invertir en un proyecto de buses de alta capacidad de transporte de pasajeros, que se acomoden a los patrones de viaje de los cochabambinos. El costo del proyecto hubiera estado entre los 100 y 150 millones de $US. Hay que hacer notar que los costos de operación de los trenes son altos y dentro de éstos los costos fijos tienen una buena proporción.

 

IV.  El despilfarro de la red de teleféricos

 

La red de teleféricos consta de diez líneas, cuatro construidas en la ciudad de La Paz, tres líneas que son de conexión con la ciudad de El Alto, una línea que corre a lo largo de la Ceja del Alto y dos líneas que penetran esta ciudad, tiene una longitud de 31,61 Km. Según información proporcionada por el exgerente de la empresa Mi Teleférico Cesar Dockweiller, la red de teleféricos costó 738 millones de $US, de los cuales 27,1 millones de $US fueron para expropiaciones, 677,9 millones de $US pagados a la empresa Doppelmayr, 16,6 millones de $US para supervisión y 16,3 millones de $US para fiscalización y conformación de la empresa. La construcción de la red se financió con un préstamo al TGN del Banco Central.

 

            Según un reporte publicado por Mi Teleférico en marzo de 2020, en una semana del mes de enero de 2020 se transportaron un total de 1.947.317 pasajeros, lo que resulta en un promedio de 278.188 pasajeros diarios. Si se considera que esta cifra representa la contribución de la red de teleféricos a satisfacer la demanda de pasajeros que hay en las ciudades de La Paz y El Alto, que es de 2.900.000 de viajes por día, la red de teleféricos estaría cubriendo a lo mucho el 10,4 % de la demanda de transporte de las dos ciudades, por eso es que la población sigue dependiendo del tradicional sistema de transporte público, compuesto por unidades pequeñas, ofreciendo un pésimo servicio.

 

            Las tarifas que se cobran en la red de teleféricos son muy bajas (0,43 $US por recorridos de más de 2 Km). En la ciudad de Bogotá, la tarifa de ida y vuelta al Santuario de Monserrat es de 6,5 $US por un recorrido de 1,6 Km. En el Montserrat de España, la tarifa es de 10 euros. Para el teleférico de Río de Janeiro la tarifa es de 50 $US. Las tarifas son para recuperar la inversión realizada, cubrir los costos de operación y mantenimiento y generar recursos para ampliar el sistema. En los teleféricos además se tiene que reemplazar periódicamente cables, equipo electromecánico y electrónico.

 

            Es un hecho que Mi Teleférico nunca podrá pagar la deuda contraída con el Banco Central. Con las tarifas de pasajes que cobra y con la demanda de pasajeros que tiene, otro hecho es que no cubre sus costos de operación. Según análisis que se han hecho de los estados financieros de Mi Teleférico, se ha encontrado que en 2015 ha tenido un resultado negativo de 28,2 millones de $US y en 2016 de 41,5 millones de $US. En estos años operaban solo las líneas roja, amarilla y verde.

 

            Según los analistas financieros Julio Linares y Jimmy Osorio: “Los ingresos que sostienen a Mi Teleférico son los pasivos y aportes de capital, que son transferencias del TGN, cuya procedencia son prestamos públicos. Los ingresos de operación y otros son marginales a las transferencias del TGN que se carga a su deuda”.

 

En el año 2004, durante la gestión del alcalde Juan del Granado, se presentó una propuesta de implantación de un sistema de transporte masivo con buses de alta capacidad para el área metropolitana de La Paz y El Alto. El proyecto consistía en la implantación de un sistema de buses (articulados) de gran capacidad de transporte de pasajeros (160), que circularían por corredores exclusivos con carriles separados del resto del tráfico. Se estimó que el proyecto tendría un costo de 124.460.000 $US (dólares de 2004) y proveería a las ciudades de La Paz y El Alto, de un sistema de transporte masivo que ofrecería una alta calidad de servicio.

PANDEMIA, ECONOMÍA Y POLÍTICA

 

I. Pandemia

 

Al 28 de julio del año de la pandemia del covid-19, los contagiados por el virus en Bolivia llegaron a los 72.327 enfermos y las personas fallecidas llegaron a la cifra de 2.720 personas, en ese día se registraron 1.146 nuevos casos. Los sistemas de salud en todo el país han llegado a su límite de capacidad, ya no hay camas ni unidades de terapia intensiva, ni para los enfermos con covid-19, ni para los enfermos con otras enfermedades. No se deslumbra que la pandemia esté mitigándose, más bien está en un proceso de agudizamiento, como está sucediendo en muchos países del mundo, donde ya hay más de 16 millones de personas contagiadas y más de 600.000 fallecidas.

 

Para combatir la pandemia, el Gobierno de la Presidenta Janine Añez decreto el confinamiento el 22 de marzo, primero se realizó de forma rígida y luego se flexibilizó en lo que se denominó “cuarentena dinámica”, lo que motivó el crecimiento de los casos de contagio, principalmente porque la población no siguió las medidas de bioseguridad para evitar los contagios, que son el uso del barbijo, evitar las aglomeraciones, el distanciamiento físico de por lo menos 1,5 m y lavarse las manos continuamente. Esto incluye a las personas irresponsables, las que negaron la existencia del virus y las que realizaron marchas y bloqueos por motivos políticos.

 

Como presidenta, Janine Añez liderizó la lucha contra el covid-19, que se inició en forma temprana. Tuvo la cualidad de reunir a las instituciones, que debían conformar la primera línea en la batalla contra el virus, como las fuerzas armadas, la policía, colegios médicos, gobernaciones, gobiernos municipales y junto con los ministerios de su gobierno, enfrentar al enemigo invisible que es el corona virus. Los miembros de estas instituciones han demostrado mucho valor y compromiso en su labor y se ha lamentado muchas bajas en sus cuadros. Gracias a Dios que se fue Evo Morales, hemos podido apreciar una gestión presidencial totalmente opuesta a la del exmandatario en todo aspecto. Hemos visto un verdadero presidente, que gobierna para todos, que ha formado un buen equipo de trabajo, que sabe organizar, coordinar, comunicar y alentar y que llama a la unidad y a la solidaridad. Evo Morales era más un monarca que un presidente.

 

Para mí fue muy reconfortante ver a la policía y a las fuerzas armadas en las calles haciendo cumplir las disposiciones de los comités de operaciones conformados por autoridades del gobierno, las gobernaciones, los gobiernos municipales y colegios médicos. Ver también a ministros, gobernadores, alcaldes y otras autoridades comprometidas en el combate a la pandemia, que se ejecuta en forma descentralizada. Los alcaldes son los responsables de la lucha contra el virus en sus municipios, apoyados por los gobernadores y por el gobierno central. En todos los departamentos ha habido una buena coordinación entre ellos, en unos más que en otros. La propagación de la pandemia es culpa de los ciudadanos que no cumplen con las medidas de bioseguridad.

 

La pandemia encontró a Bolivia con un sistema de salud muy precario, con carencia de hospitales de segundo y tercer nivel, falta de equipamiento en los hospitales existentes, en especial de unidades de terapia intensiva, con carencia absoluta de respiradores y sin contar con la suficiente cantidad de profesional médico, en particular de profesionales especializados, como por ejemplo en terapia intensiva. En marchas forzadas, se ha tenido que adquirir equipos de terapia intensiva y de respiración, habilitar salas hospitalarias y centros de aislamiento. Mejor hubiera sido que, en vez de construir un palacio y un museo para Evo Morales, un edificio nuevo para YPFB, lujosas estaciones del teleférico, estadios para ciudades que no los necesitan, habilitar un edificio lujoso para el ministro de economía Luis Arce Catacora y muchas otras construcciones innecesarias, se hubieran construido hospitales de segundo y tercer nivel, se hubieran destinado más recursos para equipamiento de salud, en vez de despilfarrarlos en los viajes del presidente y asignar mayor presupuesto al sector salud, para tener más ítems para médicos, mejorar sus salarios y capacitarlos.

 

No se vislumbra cuando se terminará la pandemia en el país y en el mundo, será cuando la gente cese de contagiarse y lo más probable sea cuando se descubra una vacuna, la cual se está desarrollando por varios países y tiene buenos avances. Por tanto, tendremos pandemia todo este año y quizá parte del próximo.

 

II. Economía

 

Cuando se produjo la caída de los precios del petróleo, lo cual traería consigo la baja en los precios del gas, el entonces ministro de economía Luis Arce Catacora declaró a la revista Nueva Economía, que esto no sería mucho problema para la economía boliviana, puesto que esta “a partir de 2016 empezará a recibir los recursos de la industrialización y de las empresas estatales en actual proceso de consolidación. Vamos a empezar a recibir los réditos de haber invertido en su momento. Las carreteras van a estar concluidas, los proyectos de industrialización del litio, el Mutún, las plantas de cemento, las hidrometalúrgicas, las carreteras. Eso significa mayor crecimiento económico”.

 

            Al año de 2020, todavía tenemos una precaria red de carreteras, pese a que se gastaron 11.000 millones de $US en proyectos de construcción de carreteras, no hay ningún resultado de la industrialización del litio, a la cual se destinó 600 millones de $US, el proyecto Jindal del Mutún fue un fracaso y el segundo se perfila como uno nuevo, la planta de cemento de Oruro no arranca y tiene deuda con los constructores, la construcción de la planta de cemento de Potosí está paralizada y el ingenio hidrometalúrgico de Huanuni no puede operar, porque no tiene suficiente suministro de agua.

 

A ello hay que agregar los numerosos elefantes blancos, como la planta de urea de Bulo Bulo, la planta separadora de líquidos, el ingenio azucarero de San Buenaventura, la red de teleféricos, los aeropuertos y otros muchos más. En cuanto a las empresas estatales, estas trabajan a perdida y tienen déficits millonarios, como Boliviana de Aviación, empresa de aeropuertos SABSA, Empresa Metalúrgica de Vinto que debe 80 millones de $US, Empresa Minera de Huanuni, donde trabajan más de 3.000 mineros y otras más. Este monumental despilfarro no ha significado “crecimiento económico” más bien ha hecho perder a Bolivia la mejor oportunidad que tuvo en toda su historia para salir del subdesarrollo y más bien estos pésimos emprendimientos constituyen una carga pesada para su economía. También, el ministro Arce Catacora nos ha dejado cinco años de fuerte déficit fiscal, balanza de pagos negativa, disminución en las reservas de moneda extranjera y elevadas deudas externa e interna. A ello hay que agregar que el gobierno de Evo Morales ha matado la gallina de los huevos de oro que era YPFB, en lo que se refiere especialmente al agotamiento de las reservas de gas.

 

            Si el gobierno de Evo Morales, Luis Arce Catacora y el MAS han echado por los suelos a la economía de Bolivia, ahora la pandemia quiere enterrarla. Como sucede en los países del mundo víctimas de la pandemia, en Bolivia se está produciendo una fuerte contracción de la economía, lo que significará para el país una disminución del PIB, para el estado un incremento en el déficit fiscal, para las empresas públicas y privadas estados financieros negativos, que en muchas determinarán su cierre, la pérdida de empleos, el aumento de la pobreza y otras consecuencias negativas más.

 

            El próximo gobierno tendrá la penosa tarea de reconstruir el aparato económico del país. En primera instancia tendrá que tomar la decisión fundamental de priorizar la economía sobre la política. No sea que le suceda como, en el pasado, a la UDP que manejó la economía en función de la política y llevó al país a una crisis económica sin precedentes, con un récord de hiperinflación. No supo revertir las condiciones adversas en que recibió la economía de una era de gobiernos autoritarios, que despilfarró los recursos que tuvo el país en otra bonanza y que dejó al país con elefantes blancos, empresas estatales deficitarias y una enorme deuda externa.

 

            Ciertos temas serán sensibles en la agenda del próximo gobierno como: que hacer con los elefantes blancos y las empresas estatales deficitarias, como disminuir el déficit fiscal, la elección de proyectos de inversión pública que reporten beneficios para el país, seguir la política de que el gobierno lleve a cabo proyectos en el sector productivo o dejar que estos los realicen los empresarios privados, como fomentar la inversión privada nacional y extranjera, como fomentar la producción y como restablecer el estado de derecho, la seguridad jurídica y la vigencia de la ley SAFCO.

 

III. Política

 

La pandemia ha afectado fuertemente a las expectativas de las candidaturas a las elecciones que tenían que realizarse este año, para designar al gobierno que regiría los destinos del país los próximos cinco años. El primero que reaccionó fue Evo Morales, quien declaró que la pandemia le permitiría a la derecha prolongarse en el poder. Desde el comienzo de la pandemia, el candidato del MAS y su partido han reclamado agriamente por la realización inmediata de elecciones, recurriendo a los instrumentos de lucha que tiene, que son los bloqueos y las movilizaciones.

 

            En un país donde prevalece la cultura política caudillista, donde una gran parte de su población busca más caudillos que gobiernos, el tiempo en que un caudillo está fuera del escenario político, es crucial para su vigencia. Por otro lado, el MAS teme por el ablandamiento del voto duro o porque cada vez más votantes adquieran conciencia del descalabro que ha significado para Bolivia el gobierno de Evo Morales, que hubiera sido mejor tener un hospital que un estadio para 25.000 asistentes y que sería mejor tener un presidente que responda a los intereses del país, que un presidente que usa el poder para satisfacer sus apetitos personales.

 

            Si el MAS no hubiera hecho fraude en las elecciones de octubre de 2019, Carlos Mesa sería hoy presidente y también probablemente hubiera ganado las elecciones, si se hubieran realizado en mayo de este año. Todavía Carlos Mesa se mantiene segundo en las encuestas de preferencia electoral y como probable ganador en la segunda vuelta, pero teme perder esa posición con la postergación del acto eleccionario, frente a una presidenta candidata que puede usar su gestión para promover su candidatura.

 

            El Tribunal Supremo Electoral ha fijado el 18 de octubre para el acto eleccionario y el 29 de noviembre para la segunda vuelta, en caso de que sea necesaria para definir a la candidatura ganadora entre las dos más votadas de la primera vuelta. No hay seguridad de que para el 18 de octubre se haya mitigado la pandemia, de manera que haya las condiciones para que los jurados y votantes vayan a votar sin temor de contagiarse con el virus covid-19. Si no las hay, se corre el riesgo de que los resultados no representen la verdadera voluntad del pueblo, principalmente por el elevado ausentismo de la gente que prefiere cuidar su salud, en especial de las personas de la tercera edad y con enfermedades de base. Los enfermos de corona virus estarán reprimidos de emitir su voto.

 

            Las elecciones deberían realizarse cuando se acabe la pandemia. En los hechos el país está en guerra y durante una guerra no se hacen elecciones, se concentran todos los esfuerzos para derrotar al enemigo. Tampoco es conveniente un cambio de gobierno, en las guerras se ha visto que no son convenientes los cambios en los mandos, porque debilitan las fuerzas que ya ha edificado el país y se prescinde de mandos que ya han adquirido experiencia en la lucha contra el enemigo.

 

            Las elecciones deberían realizarse cuando todos los que estamos habilitados para votar podamos hacerlo con toda seguridad y libertad, con un padrón electoral depurado y cuando podamos conocer cuáles son los planes que tienen las candidaturas para reconstruir la economía, la democracia, las instituciones y en general al país en su conjunto.