I. Pandemia
Al
28 de julio del año de la pandemia del covid-19, los contagiados por el virus
en Bolivia llegaron a los 72.327 enfermos y las personas fallecidas llegaron a
la cifra de 2.720 personas, en ese día se registraron 1.146 nuevos casos. Los
sistemas de salud en todo el país han llegado a su límite de capacidad, ya no
hay camas ni unidades de terapia intensiva, ni para los enfermos con covid-19,
ni para los enfermos con otras enfermedades. No se deslumbra que la pandemia
esté mitigándose, más bien está en un proceso de agudizamiento, como está
sucediendo en muchos países del mundo, donde ya hay más de 16 millones de personas
contagiadas y más de 600.000 fallecidas.
Para combatir la pandemia, el Gobierno de la Presidenta
Janine Añez decreto el confinamiento el 22 de marzo, primero se realizó de
forma rígida y luego se flexibilizó en lo que se denominó “cuarentena dinámica”,
lo que motivó el crecimiento de los casos de contagio, principalmente porque la
población no siguió las medidas de bioseguridad para evitar los contagios, que
son el uso del barbijo, evitar las aglomeraciones, el distanciamiento físico de
por lo menos 1,5 m y lavarse las manos continuamente. Esto incluye a las
personas irresponsables, las que negaron la existencia del virus y las que
realizaron marchas y bloqueos por motivos políticos.
Como presidenta, Janine Añez liderizó la lucha contra
el covid-19, que se inició en forma temprana. Tuvo la cualidad de reunir a las
instituciones, que debían conformar la primera línea en la batalla contra el
virus, como las fuerzas armadas, la policía, colegios médicos, gobernaciones,
gobiernos municipales y junto con los ministerios de su gobierno, enfrentar al
enemigo invisible que es el corona virus. Los miembros de estas instituciones
han demostrado mucho valor y compromiso en su labor y se ha lamentado muchas
bajas en sus cuadros. Gracias a Dios que se fue Evo Morales, hemos podido
apreciar una gestión presidencial totalmente opuesta a la del exmandatario en
todo aspecto. Hemos visto un verdadero presidente, que gobierna para todos, que
ha formado un buen equipo de trabajo, que sabe organizar, coordinar, comunicar
y alentar y que llama a la unidad y a la solidaridad. Evo Morales era más un
monarca que un presidente.
Para mí fue muy reconfortante ver a la policía y a las
fuerzas armadas en las calles haciendo cumplir las disposiciones de los comités
de operaciones conformados por autoridades del gobierno, las gobernaciones, los
gobiernos municipales y colegios médicos. Ver también a ministros,
gobernadores, alcaldes y otras autoridades comprometidas en el combate a la
pandemia, que se ejecuta en forma descentralizada. Los alcaldes son los
responsables de la lucha contra el virus en sus municipios, apoyados por los
gobernadores y por el gobierno central. En todos los departamentos ha habido
una buena coordinación entre ellos, en unos más que en otros. La propagación de
la pandemia es culpa de los ciudadanos que no cumplen con las medidas de
bioseguridad.
La pandemia encontró a Bolivia con un sistema de salud
muy precario, con carencia de hospitales de segundo y tercer nivel, falta de
equipamiento en los hospitales existentes, en especial de unidades de terapia
intensiva, con carencia absoluta de respiradores y sin contar con la suficiente
cantidad de profesional médico, en particular de profesionales especializados,
como por ejemplo en terapia intensiva. En marchas forzadas, se ha tenido que
adquirir equipos de terapia intensiva y de respiración, habilitar salas
hospitalarias y centros de aislamiento. Mejor hubiera sido que, en vez de
construir un palacio y un museo para Evo Morales, un edificio nuevo para YPFB,
lujosas estaciones del teleférico, estadios para ciudades que no los necesitan,
habilitar un edificio lujoso para el ministro de economía Luis Arce Catacora y
muchas otras construcciones innecesarias, se hubieran construido hospitales de
segundo y tercer nivel, se hubieran destinado más recursos para equipamiento de
salud, en vez de despilfarrarlos en los viajes del presidente y asignar mayor
presupuesto al sector salud, para tener más ítems para médicos, mejorar sus
salarios y capacitarlos.
No se vislumbra cuando se terminará la pandemia en el
país y en el mundo, será cuando la gente cese de contagiarse y lo más probable
sea cuando se descubra una vacuna, la cual se está desarrollando por varios
países y tiene buenos avances. Por tanto, tendremos pandemia todo este año y
quizá parte del próximo.
II. Economía
Cuando
se produjo la caída de los precios del petróleo, lo cual traería consigo la
baja en los precios del gas, el entonces ministro de economía Luis Arce
Catacora declaró a la revista Nueva Economía, que esto no sería mucho problema
para la economía boliviana, puesto que esta “a partir de 2016 empezará a
recibir los recursos de la industrialización y de las empresas estatales en
actual proceso de consolidación. Vamos a empezar a recibir los réditos de haber
invertido en su momento. Las carreteras van a estar concluidas, los proyectos
de industrialización del litio, el Mutún, las plantas de cemento, las
hidrometalúrgicas, las carreteras. Eso significa mayor crecimiento económico”.
Al año de 2020, todavía tenemos una
precaria red de carreteras, pese a que se gastaron 11.000 millones de $US en
proyectos de construcción de carreteras, no hay ningún resultado de la
industrialización del litio, a la cual se destinó 600 millones de $US, el
proyecto Jindal del Mutún fue un fracaso y el segundo se perfila como uno nuevo,
la planta de cemento de Oruro no arranca y tiene deuda con los constructores,
la construcción de la planta de cemento de Potosí está paralizada y el ingenio
hidrometalúrgico de Huanuni no puede operar, porque no tiene suficiente
suministro de agua.
A ello hay que agregar los numerosos elefantes blancos,
como la planta de urea de Bulo Bulo, la planta separadora de líquidos, el
ingenio azucarero de San Buenaventura, la red de teleféricos, los aeropuertos y
otros muchos más. En cuanto a las empresas estatales, estas trabajan a perdida
y tienen déficits millonarios, como Boliviana de Aviación, empresa de
aeropuertos SABSA, Empresa Metalúrgica de Vinto que debe 80 millones de $US,
Empresa Minera de Huanuni, donde trabajan más de 3.000 mineros y otras más.
Este monumental despilfarro no ha significado “crecimiento económico” más bien
ha hecho perder a Bolivia la mejor oportunidad que tuvo en toda su historia
para salir del subdesarrollo y más bien estos pésimos emprendimientos
constituyen una carga pesada para su economía. También, el ministro Arce
Catacora nos ha dejado cinco años de fuerte déficit fiscal, balanza de pagos
negativa, disminución en las reservas de moneda extranjera y elevadas deudas
externa e interna. A ello hay que agregar que el gobierno de Evo Morales ha
matado la gallina de los huevos de oro que era YPFB, en lo que se refiere
especialmente al agotamiento de las reservas de gas.
Si el gobierno de Evo Morales, Luis
Arce Catacora y el MAS han echado por los suelos a la economía de Bolivia,
ahora la pandemia quiere enterrarla. Como sucede en los países del mundo víctimas
de la pandemia, en Bolivia se está produciendo una fuerte contracción de la
economía, lo que significará para el país una disminución del PIB, para el
estado un incremento en el déficit fiscal, para las empresas públicas y
privadas estados financieros negativos, que en muchas determinarán su cierre,
la pérdida de empleos, el aumento de la pobreza y otras consecuencias negativas
más.
El próximo gobierno tendrá la penosa
tarea de reconstruir el aparato económico del país. En primera instancia tendrá
que tomar la decisión fundamental de priorizar la economía sobre la política.
No sea que le suceda como, en el pasado, a la UDP que manejó la economía en
función de la política y llevó al país a una crisis económica sin precedentes,
con un récord de hiperinflación. No supo revertir las condiciones adversas en
que recibió la economía de una era de gobiernos autoritarios, que despilfarró
los recursos que tuvo el país en otra bonanza y que dejó al país con elefantes
blancos, empresas estatales deficitarias y una enorme deuda externa.
Ciertos temas serán sensibles en la
agenda del próximo gobierno como: que hacer con los elefantes blancos y las
empresas estatales deficitarias, como disminuir el déficit fiscal, la elección
de proyectos de inversión pública que reporten beneficios para el país, seguir
la política de que el gobierno lleve a cabo proyectos en el sector productivo o
dejar que estos los realicen los empresarios privados, como fomentar la
inversión privada nacional y extranjera, como fomentar la producción y como
restablecer el estado de derecho, la seguridad jurídica y la vigencia de la ley
SAFCO.
III. Política
La
pandemia ha afectado fuertemente a las expectativas de las candidaturas a las
elecciones que tenían que realizarse este año, para designar al gobierno que
regiría los destinos del país los próximos cinco años. El primero que reaccionó
fue Evo Morales, quien declaró que la pandemia le permitiría a la derecha
prolongarse en el poder. Desde el comienzo de la pandemia, el candidato del MAS
y su partido han reclamado agriamente por la realización inmediata de
elecciones, recurriendo a los instrumentos de lucha que tiene, que son los
bloqueos y las movilizaciones.
En un país donde prevalece la
cultura política caudillista, donde una gran parte de su población busca más
caudillos que gobiernos, el tiempo en que un caudillo está fuera del escenario
político, es crucial para su vigencia. Por otro lado, el MAS teme por el
ablandamiento del voto duro o porque cada vez más votantes adquieran conciencia
del descalabro que ha significado para Bolivia el gobierno de Evo Morales, que
hubiera sido mejor tener un hospital que un estadio para 25.000 asistentes y
que sería mejor tener un presidente que responda a los intereses del país, que
un presidente que usa el poder para satisfacer sus apetitos personales.
Si el MAS no hubiera hecho fraude en
las elecciones de octubre de 2019, Carlos Mesa sería hoy presidente y también
probablemente hubiera ganado las elecciones, si se hubieran realizado en mayo
de este año. Todavía Carlos Mesa se mantiene segundo en las encuestas de
preferencia electoral y como probable ganador en la segunda vuelta, pero teme
perder esa posición con la postergación del acto eleccionario, frente a una
presidenta candidata que puede usar su gestión para promover su candidatura.
El Tribunal Supremo Electoral ha fijado
el 18 de octubre para el acto eleccionario y el 29 de noviembre para la segunda
vuelta, en caso de que sea necesaria para definir a la candidatura ganadora
entre las dos más votadas de la primera vuelta. No hay seguridad de que para el
18 de octubre se haya mitigado la pandemia, de manera que haya las condiciones
para que los jurados y votantes vayan a votar sin temor de contagiarse con el
virus covid-19. Si no las hay, se corre el riesgo de que los resultados no
representen la verdadera voluntad del pueblo, principalmente por el elevado
ausentismo de la gente que prefiere cuidar su salud, en especial de las
personas de la tercera edad y con enfermedades de base. Los enfermos de corona
virus estarán reprimidos de emitir su voto.
Las elecciones deberían realizarse
cuando se acabe la pandemia. En los hechos el país está en guerra y durante una
guerra no se hacen elecciones, se concentran todos los esfuerzos para derrotar
al enemigo. Tampoco es conveniente un cambio de gobierno, en las guerras se ha
visto que no son convenientes los cambios en los mandos, porque debilitan las
fuerzas que ya ha edificado el país y se prescinde de mandos que ya han
adquirido experiencia en la lucha contra el enemigo.
Las elecciones deberían realizarse
cuando todos los que estamos habilitados para votar podamos hacerlo con toda
seguridad y libertad, con un padrón electoral depurado y cuando podamos conocer
cuáles son los planes que tienen las candidaturas para reconstruir la economía,
la democracia, las instituciones y en general al país en su conjunto.
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