domingo, 9 de agosto de 2020

DESPILFARRO EN EL SECTOR TRANSPORTE

 

I.  Despilfarro en las carreteras

 

El ministro de obras públicas Iván Arias del Gobierno de la presidenta Janine Añez, dio un informe a mediados del mes de diciembre de 2019, de la situación del plan de inversiones de la Administración Boliviana de Carreteras (ABC), que establece que durante el gobierno de Evo Morales (2006 – 2019) se han gastado 11.000 millones de $US en las carreteras. De las carreteras construidas en este periodo, el 75 % presenta “deficiencias severas en el diseño, construcción, supervisión, entrega y recepción final”. El ministro señaló que hubo “ausencia de licitaciones, sobreprecios, malos sistemas de supervisión y politización en las decisiones” Este gasto equivale a ocho veces lo destinado a salud en el periodo y a 41 % de la deuda contraída en el mismo. Con estos 11.000 millones de $US, Bolivia debería tener una super red de carreteras que cubra todo el territorio nacional y abarque a las tres redes: fundamental, departamental y municipal.

 

Este enorme gasto se ha hecho para la construcción de carreteras de dos carriles (uno de ida y otro de vuelta) y la construcción de dobles vías (dos carriles de ida y dos de vuelta). Pese a ello, las últimas temporadas de lluvias han mostrado que Bolivia tiene una precaria red de carreteras. La mayor parte del territorio, particularmente el norte a partir de la carretera Copacabana – La Paz – Oruro – Cochabamba – Santa Cruz – Puerto Suarez, no dispone de transporte carretero transitable los 365 días del año. Desde Cobija, capital del Departamento de Pando, se puede llegar hasta Ilo, Matarani o Lima por una carretera pavimentada transitable los 365 días del año. En cambio, desde La Paz hasta Cobija se llega hasta en seis días por una carretera precaria, que se interrumpe en la temporada de lluvias, donde además hay proyectos de construcción por muchos millones de dólares.

 

Los proyectos del programa de inversión de la ABC no han seguido las normas de los sistemas de inversión pública y de administración de bienes y servicios. No han salido de un proceso de selección según criterios económicos, financieros y de ingeniería. Los proyectos se han elegido según el libre albedrío del presidente o de los funcionarios que ponían a su consideración los proyectos para su aprobación.

 

La Administradora Boliviana de Carreteras ha obviado la realización de los estudios de factibilidad, violando una de las normas del Sistema Nacional de Inversión Pública, que especifica que un proyecto de inversión pública “debe contar con los estudios y evaluaciones que recomienden la asignación de recursos al proyecto, de acuerdo a los criterios de rentabilidad socioeconómica establecidos por el Órgano Rector”. De esta manera se han elegido proyectos costosos y sobredimensionados. Las dobles vías se justifican cuando la carretera ha alcanzado elevados volúmenes de tráfico (40.000 vehículos por día) y la ABC ha construido dobles vías, en carreteras que tienen tráficos inferiores a 6.000 vehículos por día.

 

La contratación de las empresas constructoras de las carreteras se ha realizado con procedimientos que no han seguido las normas del Sistema de Administración de Bienes y Servicios. No se ha llamado a licitaciones públicas y las adjudicaciones a las empresas constructoras se ha hecho de manera arbitraria y se ha seguido la modalidad de contratación “llave en mano” donde el contratista realiza el diseño y la construcción de la carretera y puede cobrar lo que quiere. Estos procedimientos han eliminado la transparencia en la ejecución de los proyectos carreteros. A ello hay que agregar la falta de control de parte de la Contraloría, que nunca se ha pronunciado por la clara infracción que la Administración Boliviana de Carreteras hacía de las normas legales vigentes.

 

La ABC ha contratado mayormente a empresas extranjeras, en ciertos casos a empresas que nunca habían construido una carretera y que para cumplir con el contrato tenían que recién conformar el plantel de ingenieros, con personal externo que no pertenecía a la empresa y además no disponían del equipo para construir la carretera.

 

En los proyectos se ha encontrado muchas irregularidades, como la rescinción de contratos por incumplimiento en la ejecución de las obras contratadas, mala ejecución de las obras, abandono de las empresas, malas prácticas de construcción, avances físicos mínimos frente a desembolsos máximos, discordantes con el avance que tuvo la empresa en la construcción de la carretera.

 

II.  Despilfarro en los aeropuertos

 

Los aeropuertos fueron otra fuente de despilfarro (260 millones de $US) en el gobierno de Evo Morales. En sus 14 años de gobierno se han construido aeropuertos que no se usan o que tienen muy poco uso. La lista incluye a los aeropuertos de: Uyuni (14,9 M.$US), Oruro (21,6 M.$US), Chimoré (36,3 M.$US), San Ignacio de Velasco (31,5 M.$US), Copacabana (7.3 M.$US) y Monteagudo (8,3 M.$US). Por otra parte, la Gobernación de La Paz ha construido aeropuertos en Apolo e Ixíamas.

 

Supuestamente el aeropuerto de Uyuni se ha construido para llevar turistas al salar de Uyuni, sin considerar que los turistas que atrae el salar son turistas de aventura que usan el transporte carretero. Se ofrece un servicio diario, con un avión de 50 pasajeros, que no justifica la construcción del aeropuerto. El aeropuerto de Oruro tiene solo un vuelo semanal de ida y vuelta a Santa Cruz ofrecido también por BOA, con un promedio de 20 pasajeros para un avión que tiene capacidad para 100 pasajeros.

 

El aeropuerto de Chimoré fue construido para que sea un “hub intercontinental” distribuidor de carga y pasajeros. Tiene una pista de 4.000 m y efectivamente tiene instalaciones para manejar pasajeros y carga, que están completamente sin uso. Otro aeropuerto que pretende ser convertido en hub de carga y pasajeros es el de Santa Cruz. El gobierno de Evo Morales ha comprometido un proyecto por más de 400 millones de $US para la ampliación de ese aeropuerto. Ello en el entendido de que, habiendo un aeropuerto de esa magnitud, se generará la carga y pasajeros que usaran la capacidad ofrecida por el aeropuerto. Los aeropuertos se construyen o se amplían para satisfacer una demanda creciente, derivada del crecimiento de la economía de la ciudad o región a la que sirve el aeropuerto.

 

Los aeropuertos de San Ignacio de Velasco, Copacabana, Monteagudo, Apolo, y Ixíamas, se han construido en ciudades que tienen poca población, donde no hay demanda para transporte aéreo. Nadie va a Copacabana en avión.

 

En Sucre se ha construido un segundo aeropuerto, sin que haya una razón valedera para desechar el aeropuerto que ha estado operando desde hace tantos años sin mayores inconvenientes. El aeropuerto está en Alcantari a 25 Km de la ciudad de Sucre y las operaciones se suspenden por eventos de neblina y lluvia. Su costo ha sido de 55,7 millones de $US. Se han invertido 28,9 millones de $US para convertir el aeropuerto de Cobija en uno de categoría internacional. El que había satisfacía la demanda de la ciudad de Cobija y la demanda por vuelos internacionales debe ser muy marginal y si hay pasajeros que desean viajar al exterior, tienen que ser llevados al aeropuerto internacional de Santa Cruz.

 

El gobierno de Evo Morales pagó en 2015 una indemnización de 38,5 millones de $US a la empresa Albertis, para tener la propiedad de SABSA, que administraba los aeropuertos de La Paz, Cochabamba y Santa Cruz. Gastó con recursos del TGN 7 millones de $US para la modernización del aeropuerto de El Alto. En 2018 la empresa estatal tuvo una pérdida de 18,1 millones de $US y en 2019 de 3,7 millones de $US.

 

III.  Despilfarro en los ferrocarriles

 

Se ha construido en Bulo Bulo (Chapare) una planta para producir urea y amoniaco, a un costo de 862,5 millones de $US, con el supuesto de que su producción será colocada mayormente en el mercado internacional, particularmente en Brasil. El hecho de estar ubicada en el Chapare aumenta los costos de capital y de transporte, porque se ha tenido que construir un ferrocarril de 150 Km entre Bulo Bulo y Montero para llevar el producto hasta Puerto Suarez. La planta debía haber sido ubicada en esta ciudad, por donde pasa el gasoducto que lleva el gas al Brasil y donde estaría cerca al mercado. La planta ha demostrado no ser factible y se encuentra paralizada.

 

            El costo del ferrocarril fue de 267 millones de $US. La construcción comenzó en 2013 y tenía que ser finalizada en 2019. Se contrató a dos empresas para construir dos tramos del ferrocarril, Montero – Yapacaní y Yapacaní – Bulo Bulo. En el primero, la empresa CAMC abandonó la construcción del tramo y se contrató otra empresa. En el tramo Yapacaní – Bulo Bulo se han construido cuatro puentes de envergadura.

 

Tren metropolitano de Cochabamba

 

Tiene un costo de 447,6 millones de $US que es cubierto con recursos del TGN. Las obras comenzaron en agosto de 2017. Contará con tres líneas: roja, amarilla y verde y tendrá 42,17 Km de longitud. Pasará por seis municipios: Sipe Sipe, Vinto, Quillacollo, Colcapirhua, Cercado y Sacaba. Se han concluido las líneas roja y amarilla, para la línea verde no se ha definido su trazado. El tren no ingresará al casco viejo.

 

            Según el Plan de Movilidad Urbana de Cochabamba, de acuerdo a su capacidad de transporte de 71.200 pasajeros diarios, el tren metropolitano podrá cubrir solo el 7,3% de la demanda potencial de pasajeros de su área de influencia. El tren sirve a pasajeros que se encuentran a 500 m a ambos lados de la vía y desean viajar a destinos que se encuentran a 500 m a ambos lados de la vía. No sirve para los otros miles deseos de viaje que hay en la Metrópoli de Cochabamba y que los cubre el transporte automotor. Por otro lado, el tren se ha construido por zonas despobladas, habitadas por personas que no usaran los servicios del tren. Lo razonable hubiera sido invertir en un proyecto de buses de alta capacidad de transporte de pasajeros, que se acomoden a los patrones de viaje de los cochabambinos. El costo del proyecto hubiera estado entre los 100 y 150 millones de $US. Hay que hacer notar que los costos de operación de los trenes son altos y dentro de éstos los costos fijos tienen una buena proporción.

 

IV.  El despilfarro de la red de teleféricos

 

La red de teleféricos consta de diez líneas, cuatro construidas en la ciudad de La Paz, tres líneas que son de conexión con la ciudad de El Alto, una línea que corre a lo largo de la Ceja del Alto y dos líneas que penetran esta ciudad, tiene una longitud de 31,61 Km. Según información proporcionada por el exgerente de la empresa Mi Teleférico Cesar Dockweiller, la red de teleféricos costó 738 millones de $US, de los cuales 27,1 millones de $US fueron para expropiaciones, 677,9 millones de $US pagados a la empresa Doppelmayr, 16,6 millones de $US para supervisión y 16,3 millones de $US para fiscalización y conformación de la empresa. La construcción de la red se financió con un préstamo al TGN del Banco Central.

 

            Según un reporte publicado por Mi Teleférico en marzo de 2020, en una semana del mes de enero de 2020 se transportaron un total de 1.947.317 pasajeros, lo que resulta en un promedio de 278.188 pasajeros diarios. Si se considera que esta cifra representa la contribución de la red de teleféricos a satisfacer la demanda de pasajeros que hay en las ciudades de La Paz y El Alto, que es de 2.900.000 de viajes por día, la red de teleféricos estaría cubriendo a lo mucho el 10,4 % de la demanda de transporte de las dos ciudades, por eso es que la población sigue dependiendo del tradicional sistema de transporte público, compuesto por unidades pequeñas, ofreciendo un pésimo servicio.

 

            Las tarifas que se cobran en la red de teleféricos son muy bajas (0,43 $US por recorridos de más de 2 Km). En la ciudad de Bogotá, la tarifa de ida y vuelta al Santuario de Monserrat es de 6,5 $US por un recorrido de 1,6 Km. En el Montserrat de España, la tarifa es de 10 euros. Para el teleférico de Río de Janeiro la tarifa es de 50 $US. Las tarifas son para recuperar la inversión realizada, cubrir los costos de operación y mantenimiento y generar recursos para ampliar el sistema. En los teleféricos además se tiene que reemplazar periódicamente cables, equipo electromecánico y electrónico.

 

            Es un hecho que Mi Teleférico nunca podrá pagar la deuda contraída con el Banco Central. Con las tarifas de pasajes que cobra y con la demanda de pasajeros que tiene, otro hecho es que no cubre sus costos de operación. Según análisis que se han hecho de los estados financieros de Mi Teleférico, se ha encontrado que en 2015 ha tenido un resultado negativo de 28,2 millones de $US y en 2016 de 41,5 millones de $US. En estos años operaban solo las líneas roja, amarilla y verde.

 

            Según los analistas financieros Julio Linares y Jimmy Osorio: “Los ingresos que sostienen a Mi Teleférico son los pasivos y aportes de capital, que son transferencias del TGN, cuya procedencia son prestamos públicos. Los ingresos de operación y otros son marginales a las transferencias del TGN que se carga a su deuda”.

 

En el año 2004, durante la gestión del alcalde Juan del Granado, se presentó una propuesta de implantación de un sistema de transporte masivo con buses de alta capacidad para el área metropolitana de La Paz y El Alto. El proyecto consistía en la implantación de un sistema de buses (articulados) de gran capacidad de transporte de pasajeros (160), que circularían por corredores exclusivos con carriles separados del resto del tráfico. Se estimó que el proyecto tendría un costo de 124.460.000 $US (dólares de 2004) y proveería a las ciudades de La Paz y El Alto, de un sistema de transporte masivo que ofrecería una alta calidad de servicio.

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