Cuando Carlos Mesa era presidente, según las encuestas
tenía una aprobación del 80 % y no gobernaba el país, el gobierno estaba en las
calles. En el Perú, su presidente Alejandro Toledo tenía una aprobación del 13
% y gobernaba su país. A pesar de tan excelente aprobación, Carlos Mesa tuvo
que renunciar a la presidencia por la presión de los movimientos políticos.
Antes
que las organizaciones políticas definieran sus candidatos, se vienen realizando
encuestas sobre intenciones de votos entre los políticos que se destacan en la
arena política, suponiendo que estos serían eventuales candidatos a la
presidencia. Hasta ahora el presidente Evo Morales ha encabezado las encuestas,
le ha seguido el expresidente Carlos Mesa y luego otros políticos como Samuel
Doria Medina, Rubén Costas, Luis Revilla, Víctor Hugo Cárdenas, Félix Patzi,
Jaime Paz Zamora, todos ellos tienen bajas votaciones.
Pese
al desgaste que tiene el gobierno del presidente Evo Morales, sigue siendo el
político con el mayor apoyo de los bolivianos, aunque este apoyo haya
disminuido significativamente. Tiene una intención de voto mucho mayor que Luis
Revilla, a pesar de que la gestión de Revilla en el Gobierno Autónomo Municipal
de La Paz, se la puede calificar muchos puntos más que la gestión del
presidente, este factor no lo consideran los que participan en las encuestas.
Hay
que recordar el ascenso que tuvo el presidente desde dirigente cocalero hasta
ocupar la presidencia más larga de la historia de Bolivia, que se debió a las
acciones políticas en las carreteras y en las ciudades de La Paz y El Alto y a
sus cualidades de caudillo. No hubo ninguna consideración de su capacidad para
conducir el país. “No soy economista, no soy experto en planificación, yo soy
experto para marchar y bloquear caminos”, así describió su perfil en un foro
internacional de desarrollo. Gran parte de los bolivianos encontraban en él al
poderoso caudillo que debía ocupar la presidencia, solamente por su fuerza de
caudillo.
Los
gobiernos son eficientes, aparte de la figura del presidente, por el equipo que
le acompaña y por las instituciones que dispone para realizar la gestión de
gobierno. En cualquier país, los gobiernos deben cambiar pero las instituciones
no. En este aspecto, Bolivia habrá llegado a su bicentenario sin haber creado
instituciones. La tendencia ha sido siempre la de buscar caudillos, en los
cuales se ha depositado las esperanzas de progreso para el país.
La
cultura del caudillaje está muy enraizada en la vida política del país. Cuando
se tiene que elegir gobiernos, los electores en una gran parte piensan
solamente en el candidato a la presidencia y la selección la hacen en base a
criterios subjetivos y afectivos. No toman en cuenta la capacidad intelectual
del candidato, ni su carrera política o los hechos de su vida que den
testimonio de que podrá dirigir con solvencia y honestidad los destinos del
país, ni el equipo que pueda formar para realizar su gestión. Incluso hay en
sus decisiones elementos de anti-intelectualismo, anti-empresarismo y
anti-elitismo. Se busca lo nuevo frente a lo conocido.
Frente
a este panorama político se presentan tres escenarios:
1.
Que el Presidente Evo Morales sea reelegido por cuarta
vez, por el voto de apoyo que todavía conserva y/o por trampas hechas en el
proceso eleccionario. Ya no sería un gobierno como fue en las anteriores
gestiones, además de ser ilegal e ilegítimo, tendría una fuerte impopularidad,
no contaría con los enormes recursos que tuvo por las altas cotizaciones y no
tendría el dominio (si es que también no hay trampas) sobre la Asamblea. Habría
un poco de justicia en el hecho de que tendría que enfrentar la crisis a que
habría dado origen. Sería el camino directo al desastre.
2.
Que una formula de la oposición acceda al Gobierno,
como resultado de haber derrotado a Morales en las elecciones. Pero es un
gobierno tipo UDP que gobierna para las encuestas, mas enfocado en los asuntos
políticos que en buscar soluciones para la grave crisis que vive el país en lo
que se refiere a la justicia y el estado de derecho, a la institucionalidad y a
la economía. El camino al desastre sería más largo.
3.
Que acceda al Gobierno una formula, cuyo candidato a
la presidencia es un boliviano (o una boliviana) capaz, responsable,
comprometido, y decidido a enfrentar la tarea inevitable de reconstruir el
país. Para ello tendrá que formar un equipo de gobierno altamente calificado y
reconstituir las instituciones nacionales. Tendrá que enfrentar a un ambiente
que tiene poca simpatía por estos líderes, además que su gobierno tendrá que
tomar duras medidas económicas.
Lo
que necesita Bolivia es el gobierno del tercer escenario.
Publicado por El Diario y correo electrónico en noviembre de 2018
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