lunes, 14 de julio de 2025

Aniceto Arce Ruíz, constructor de Bolivia

 

I

Aniceto Arce Ruíz nació el 17 de abril de 1824 en la ciudad de Tarija. Sus padres fueron el teniente coronel don Diego Antonio de Arce y la señora doña Francisca Ruíz de Mendoza. Aniceto era el último de nueve hijos. La familia residía en el campo, dedicada a las labores agropecuarias en el fundo de Charaja, cerca del pueblo de Padcaya. A la muerte de su padre en 1831, Aniceto recibió en herencia un caballo colorado, una repisa, un martillo, una batea y un barrenito, que en total valían 118 pesos con cuatro reales. Aprendió las primeras letras en la escuela de Padcaya y para ampliar su educación en 1835 su madre lo envió a la ciudad de Tarija a continuar sus estudios, bajo la “solícita e inteligente vigilancia” de su tío fray Baltazar Arce, que ejerció una profunda influencia en la formación de Aniceto Arce.

En el año 1838, cuando tenía 14 años, murió su madre Francisca Ruíz de Mendoza. A instancias de su tío, viajó a la ciudad de Sucre montado en el caballo colorado que recibió en herencia y con cuatro y medio reales para sus gastos, que no llego a gastar, por la hospitalidad que recibió durante el viaje. En Sucre fue acogido por una familia tarijeña de apellido Mora, con la que vivió por algunos meses hasta que consiguió una beca en el internado del Seminario de Sucre, gracias a la gestión de su hermano mayor Miguel Arce, que estaba terminando sus estudios para ordenarse de sacerdote.

Ingresó al colegió Junín en el año de 1842. Desde el inicio de sus estudios el año de 1838 se distinguió como un excelente alumno, especialmente en la materia de matemáticas. Recibió una amplia educación humanística que le dio una sólida cultura y una buena preparación para las ciencias exactas.

En el año de 1845 ingresó a la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de San Francisco Xavier. Terminó sus estudios el año 1846 y el 24 de abril de 1847 recibió el título de abogado en el grado de “doctor en grado mayor” después de aprobar su examen en la Corte Suprema. Por sus excepcionales dotes y preparación en matemáticas, fue requerido por el gobierno del general José Ballivián para formar parte de la Mesa de Estadística, encargada de recoger estadísticas del país a cargo del Dr. José María Dalence.

Terminado este trabajo volvió a Tarija con el propósito de reconstituir la hacienda de Charaja, pero prefirió aceptar el cargo de secretario de la prefectura. En 1850 fue elegido diputado por el departamento de Tarija, para concurrir al congreso convocado por el gobierno del general Manuel Isidoro Belzu en la capital de la República. Ante un violento plan de represalia y persecución con fusilamientos ejercido por el gobierno, el diputado Esteban Rosas presentó un proyecto de ley destinado a salvaguardar la vigencia de la constitución, que fue apoyado por Aniceto Arce. El gobierno reaccionó apresando a seis diputados. Uno de los diputados fue condenado a la pena de muerte, que no fue ejecutada y los demás fueron llevados a una prisión en la región de Guanay del departamento de La Paz. En Guanay Aniceto Arce se dedicó a lavar oro.

Con su compañero, el médico Facundo Carmona, se fugó de la prisión llegando al pueblo de Apolo, atravesando durante 27 días la espesa selva, alimentándose de lo poco que habían podido llevar, de lo que podían cazar y de frutas silvestres. En Apolo fueron socorridos por el vecindario con alimentos, ropa y algo de dinero, con lo que continuaron su viaje hasta la ciudad de Puno. El Dr. Carmona se quedó en Puno ejerciendo su profesión, Aniceto Arce decidió trasladarse a Copiapó de la República de Chile, con la venta del oro que recogió en Guanay y con el auxilio del Dr. Carmona. En Copiapó se estaba produciendo una bonanza económica por las minas de cobre de Chañarsillo, a donde se fue a vivir.

En Chañarsillo comenzó su actividad económica como criador de gallinas. Se hizo amigo de importantes banqueros y empresarios chilenos de apellidos Edwards, Cousiño, Concha y Toro, Gallo, Pereira, Cuadra y se hizo conocer por su educación, conocimientos, competencia y cualidades morales, de manera que consiguió el puesto de administrador de una de las minas de Chañarsillo.

Chañarsillo se convirtió en la escuela en la que Aniceto Arce aprendió minería. De allí salió como experto en explotación de minerales y administrador de empresas. Allí lo encontró don Avelino Aramayo, quien viendo sus cualidades de administrador le llevó en 1854 a Potosí, para que se haga cargo de la administración de su mina Real Socavón de Potosí. Aparte de ser administrador, Aniceto Arce se dedicó a estudiar sobre técnicas modernas de explotación de minerales.

Siendo administrador de la mina Real Socavón de Potosí, contrajo matrimonio, en enero de 1856, con Amalia Argandoña Revilla. Amalia era “una mujer sencilla, cristiana, abnegada, hacendosa e inteligente” con ella Aniceto Arce realizó un matrimonio feliz, aquel propio de una esposa virtuosa y un intachable hombre de hogar, que llevaba una vida austera, alejado de las liviandades de la vida ligera. Tuvieron cuatro hijos: Luisa, Carlos, Diego y Ricardo.

 

II

Huanchaca era el nombre del ingenio donde se procesaban los minerales de plata que se extraían en la mina ubicada en el cerro de Pulacayo. El descubridor y el que trabajó en la explotación de sus minerales, sin lograr resultado, fue don Mariano Ramírez. Ante la difícil situación en que se encontraba Ramírez, en la que ante la ausencia de producto, sus socios le estaban exigiendo la clausura del trabajo y el abandono de la mina, Mariano Ramírez recurrió a la opinión profesional de Aniceto Arce.

En Pulacayo Aniceto Arce estudió las características de la mina, su potencial mineralógico, los trabajos que tenían que hacerse para explotar la mina y las dificultades que se encontrarían para realizarlos. Su informe fue que la mina Pulacayo podía ser explotada con beneficio, pero bajo un marco diferente al que tenía Mariano Ramírez. Viendo el potencial que tenía la mina, le compró a Mariano Ramírez en junio de 1856 dos de las cuatro acciones que tenía en la empresa.

La empresa minera creada por Mariano Ramírez se llamaba “Sociedad Mineralógica de Huanchaca” y con la incorporación de Aniceto Arce quedó conformada además de su fundador, por Mariano Argandoña, Mariano Revilla, José Ignacio del Río y Juan Elías del Dúo. Se suscribió una nueva escritura y los antiguos socios exigieron la cesación de Mariano Ramírez de sus funciones de gerente y director. Contrariado por esta actitud transfirió sus acciones a Mariano Argandoña y Mariano Revilla.

Para dirigir las labores en la mina, los socios decidieron que se haría mediante la rotación de ellos en la dirección administrativa de la empresa. Como era de esperar y como Aniceto Arce pronóstico, el sistema no dio resultado alguno y la mina continuó siendo improductiva. Después de cuatro años de ser socio de la Sociedad Mineralógica de Huanchaca, cuando tenía 32 años, Aniceto Arce decidió volver a la actividad política. Fue amigo del presidente José María Linares y como miembro del partido rojo apoyó a su gobierno. Ocupó cargos en el rectorado del colegio Pichincha y en la fiscalía del distrito de Potosí.

En enero de 1861 fue derrocado el presidente José María Linares. En las elecciones convocadas en 1861 por la junta de gobierno para constituir una asamblea, Aniceto Arce fue elegido diputado por el departamento de Potosí. En las elecciones realizadas en 1862 José María Achá fue elegido presidente y nombró a Arce jefe político de Potosí y luego ministro de hacienda. Los dos cargos los ocupó en el año de 1862.

En el año de 1863 fue enviado como encargado de negocios a las repúblicas de Paraguay y Argentina, para obtener la cooperación del Paraguay en la navegación en los ríos Pilcomayo y Paraguay y con Argentina en el establecimiento de límites. El 8 de diciembre de 1864 el general Mariano Melgarejo derrocó al general José María Achá y se proclamó presidente de la república. Con la asunción del nuevo gobierno, Aniceto Arce decidió retirarse de la política y volver a la actividad minera.

De regreso a la Sociedad Mineralógica de Huanchaca, Aniceto Arce viendo que entre los socios no había un acuerdo posible para una administración seria y competente, les propuso asumir (el año 1865) la dirección de los trabajos en la mina, comprometiéndose a pagar a los accionistas 200 $b mensuales por cada acción y 2.000 $b al final de cada año. Arce tenía apenas una acción en la sociedad. Ante la aceptación de la propuesta, Arce vio por conveniente trasladarse a Huanchaca, para dirigir de cerca los trabajos en la mina y el ingenio. Lo hizo con su familia.

Fueron para Aniceto Arce y su familia seis años de incertidumbre, estrechez y privación. En este tiempo, continuamente se veía en dificultades para cumplir oportunamente con los salarios a sus trabajadores, por la pesada carga que tenía que cumplir con sus socios. Pero su carácter amable y comprensivo y el hecho de que él y su familia compartían la difícil situación, los operarios y mineros no dejaron de apoyar el esfuerzo productivo que Arce implantó en Huanchaca. Aparte de ser el gerente, era otro trabajador de la mina. Era “director, ingeniero, peón y carretonero”. Estaba constantemente buscando los mejores métodos de la explotación de la mina y del procesamiento de los minerales. Hacía viajes a Chile para estudiar cómo mejorar las operaciones.

La producción de minerales de plata creció ostensiblemente en la mina hasta formar un cerro y solo el mineral bien seleccionado era procesado en el ingenio. Para incrementar la producción de minerales, procesando los minerales de baja ley de los desmontes, se necesitaba ampliar el ingenio, aplicar métodos modernos de procesamiento, adquirir maquinaria moderna y mejorar los medios de transporte. A estos propósitos obedecían los frecuentes viajes de Arce a Chile y a medida que sus recursos lo permitían, introducía reformas en los sistemas de producción de la mina y el ingenio. En Chile hacía fabricar máquinas que el diseñaba y las hacía llevar a Huanchaca para mejorar las operaciones.

 

III

Con el objetivo de conseguir capital para incrementar la producción de minerales de plata, Aniceto Arce viajó a Chile. Buscó en Valparaíso y Santiago a los amigos que hizo en Chañarcillo y les presentó la propuesta de formar una empresa para explotar la riqueza de la mina Pulacayo. Las negociaciones para la formación de la empresa se realizaron durante largos meses en Valparaíso, con temas difíciles de resolver. Como resultado de las negociaciones se formó la “Compañía Huanchaca de Bolivia”. La escritura de organización como sociedad de acciones lleva fecha de 1º de enero de 1873, siendo la primera sociedad anónima que se fundara en Bolivia.

El 27 de noviembre de 1872 ocurrió, en un incidente en su despacho, la trágica muerte del presidente Agustín Morales, asumiendo a la presidencia el Dr. Tomás Frías, quien designó a Aniceto Arce en el cargo de prefecto del departamento del Litoral en diciembre de 1872. En el año de 1873 Arce llevó a su familia a Sucre. Como prefecto del departamento del Litoral, Aniceto Arce se encargó de la urbanización de la nueva ciudad de Mejillones, de la “formación edil del puerto de Mejillones” y de la reapertura del camino de Cobija a Calama. Posiblemente Arce dejó de ser prefecto cuando Tomás Frías dejó de ser presidente.

Los tres primeros años de funcionamiento de la Compañía Huanchaca (1873 – 1875) fueron años de fracasos, descalabros y ensayos estériles. La venta de minerales apenas alcanzaba para cubrir los gastos ordinarios, se tuvo que recurrir al crédito para cubrir los gastos originados por las obras de desarrollo. La compañía se sostenía con el procesamiento de los minerales contenidos en el ingenio.

Ante la difícil situación en que se encontraba la Compañía de Huanchaca, la mayoría de los socios consideraban conveniente liquidarla. Lo que requirió la intervención de Arce, quien contrató los servicios de los hermanos Carlos y Ernesto Francke. Después de 14 meses de realizar experimentos, los hermanos Francke encontraron un procedimiento satisfactorio de procesamiento de los minerales de Pulacayo, por medio de tinas de amalgamación, inventadas por ellos. Arce tuvo una participación activa en el proceso de experimentación. A partir del año de 1876 se pudo procesar los minerales de la mina de Pulacayo y la producción de plata ya no dependió de las reservas.

A partir del año de 1877 la producción de plata se incrementó y se tuvo una utilidad líquida, había comenzado el auge de la Compañía de Huanchaca. Al 31 de mayo de 1878 Aniceto Arce tenía 1.941 acciones de las 6.000 acciones de que estaba compuesta la compañía (32,35 %). Los accionistas bolivianos eran once y eran dueños del 78,78 % de las acciones (4.727 acciones). Los accionistas chilenos eran 23 y controlaban el 21,22 % de las acciones (1.273 acciones). La compañía empleaba un promedio mensual de 1.567 trabajadores que recibían salarios fijados por contrato y se distinguían por su “honorabilidad, disciplina y sobriedad”. La empresa les proveía de vivienda, escuelas y dos hospitales.

Aniceto Arce fijó su residencia y la de su familia en la ciudad de Sucre. Hacia el año 1870 compró una huerta llamada Huirupucu, situada a 5 Km de la ciudad de Sucre. En 1873 construyó una vivienda en la que instaló a su familia, mientras hacía construir un palacio de 52 habitaciones. Luisa la hija primogénita le puso el nombre de “La Florida”.

La Florida, además de ser la residencia de la familia Arce Argandoña era una granja. Aniceto Arce desarrolló la granja hasta convertirla en un establecimiento agroindustrial. La Florida era también la oficina desde donde Aniceto Arce administraba las fincas que había adquirido, incluyendo La Oroya herencia de su esposa Amalia. Las otras fincas también las desarrolló (entre 1870 y 1880) en la misma forma que lo hizo en La Florida. En las fincas introdujo la utilización de maquinaria.

En sus fincas Aniceto Arce desarrolló establecimientos agrícolas y ganaderos para la producción de diversos productos como trigo, frutas, caña de azúcar, carne, leche y otros, según la región donde se encontraban. Las fincas La Oroya y Tirispaya se encontraban en la provincia Cornelio Saavedra del departamento de Potosí. Por su situación en un valle, se producía en ellas trigo. En la provincia Sud Chichas de este departamento, en el valle del río Suipacha, tenía la finca Santa Rosa, en la que se cultivaba alfalfa, para alimentar el ganado vacuno que venía de Tarija para su consumo en las minas.

A orillas del Río Grande, entre las provincias Oropeza de Chuquisaca y Campero de Cochabamba, Aniceto Arce estableció las fincas Caraparipí, La Barca y Constancia, para el desarrollo de la agricultura tropical y la crianza de ganado vacuno. En Caraparipí se construyó una planta de destilación para la producción de azúcar. La planta contaba con turbinas hidráulicas, trapiches de acero, motores a vapor y un potente rectificador. Para la crianza de ganado vacuno se importaron y llevaron a las fincas toros y vacas de raza Durham.

 

IV

En 1878 Aniceto Arce presentó al Gobierno de Daza una solicitud de autorización para construir un ferrocarril desde Mejillones a Huanchaca, con un ramal de Huanchaca a La Paz y otro de Huanchaca a Potosí y Sucre. Presentó planes concretos y cálculos iniciales, que habían sido realizados por el Ing. Hugo A. Desmond, contratado por Arce. El presidente Daza recibió con mucho entusiasmo la solicitud y emitió una resolución autorizando la realización del proyecto.

Aniceto Arce viajó a Chile e hizo gestiones para formar una sociedad y conseguir financiamiento para construir el ferrocarril. Todas estas gestiones se realizaron en vano, porque el presidente Hilarión Daza decidió hacer efectivo el impuesto de 10 centavos por quintal de salitre exportado, que la Asamblea Nacional de Bolivia impuso a la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta. Chile consideró que con el impuesto Bolivia rompía con el tratado de 1874 y procedió a la toma de Antofagasta y a la ocupación del Departamento del Litoral.

La Compañía de Huanchaca, bajo la dirección de Arce, apoyó al país en la guerra contra Chile, concediendo un empréstito al Gobierno de 500.000 Bs y prestando auxilios de alimentos, forraje y ropa a la Quinta División de Narciso Campero. También Arce llevaba personalmente los auxilios que hacía él por su propia cuenta. Junto con la Compañía Guadalupe, garantizó el préstamo de 1.000.000 Bs que el Banco Nacional le hizo al Gobierno. El ejército aliado de Bolivia y Perú fue derrotado en 1880 por el ejército chileno en la batalla de Tacna.

Aniceto Arce desde que propuso la construcción del ferrocarril que vincularía al país con su departamento del Litoral, se ocupó de diseñar y concretar su proyecto, que lo presentó al directorio de la compañía Huanchaca. Finalmente, la junta general de la Compañía de Huanchaca, celebrada el 1º de marzo de 1885, autorizó la formación de una sociedad con la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta, para construir un ferrocarril desde Pampa Alta (hasta donde tenía construida una línea) hasta Huanchaca. En el mes de mayo, Arce llegó a un acuerdo con la Compañía de Salitres para la construcción de la línea férrea desde Pampa Alta hasta el límite del departamento del Litoral ocupado por Chile. Ambas compañías se comprometían a organizar una sociedad para continuar la construcción del ferrocarril hasta Huanchaca, después de que se obtuviese la autorización del Congreso Boliviano. El 20 de enero 1887, la Compañía de Huanchaca adquirió en Valparaíso de la Compañía de Salitres, los derechos y acciones del ferrocarril de Antofagasta hasta el límite del departamento del Litoral.

La construcción del ferrocarril se detuvo en la línea que demarcaba el territorio administrado por Chile, por la oposición de los políticos liberales, que decían que el ferrocarril iba servir para que Chile invadiera Bolivia. Arce prosiguió la construcción del ferrocarril hasta la ciudad de Oruro, durante el periodo de su presidencia (1888 – 1892). La construcción del ferrocarril hasta Oruro fue financiada enteramente por la Compañía Huanchaca. El ferrocarril Antofagasta – Oruro fue inaugurado en mayo de 1892. Para la administración del ferrocarril desde Antofagasta, se formó una compañía que se denominó “The Antofagasta and Bolivia Railway Company Limited”.

Durante su gobierno, Aniceto Arce se dedicó a organizar al país y a cambiar su estructura económica, mediante el desarrollo de la industria y la construcción de vías de comunicación. Para consolidar a la república, Arce emitió el 3 de diciembre de 1888 la “Ley de Organización de la República”, que estuvo vigente en los 50 años siguientes. Se preocupó por dotar a Bolivia de instituciones, leyes y reglamentos que la conduzcan por los caminos del desarrollo. Fundó el Colegio Militar del Ejército, para que Bolivia disponga de un ejército profesional, que no lo tuvo en la Guerra del Pacífico. Dio un fuerte impulso a la industria agrícola e industrial. Buscó introducir la industria siderúrgica. Dictaminó la ilegalidad del pongueaje con la resolución del 27 de enero de 1891, por lo que tuvo una dura oposición de los terratenientes.

Aparte de la construcción del ferrocarril de Antofagasta a Oruro, las grandes obras de Aniceto Arce fueron: introducción de la maquinaria en las industrias minera y agrícola, la extensión del telégrafo a la mayor parte de los centros poblados del país, la construcción de caminos, puentes, edificios públicos, acueductos y obras de mampostería para la conservación de suelos. Según lo reconoció Simón I. Patiño, el ferrocarril Antofagasta – Oruro hizo posible el desarrollo de la minería del estaño, que fue el sostén de la economía, cuando el precio de la plata dejó de ser atractivo para la minería.

Aniceto Arce dedicó su vida y fortuna a impulsar el desarrollo de Bolivia. Cuando dejó el Gobierno, si bien no estaba pobre, su fortuna quedó apreciablemente reducida. Consagró su vida al impulso del progreso material, intelectual y moral del país, en la medida que le fue posible.

viernes, 6 de junio de 2025

Reflexiones sobre la batalla de Tacna

 

I

Muy poco se habla de la batalla de Tacna, que tuvo lugar hace 145 años el 26 de mayo de 1880, en la cual Bolivia y Perú presentaron al ejército invasor chileno su última esperanza de poder detenerlo y expulsarlo de los territorios de Atacama (departamento del Litoral) y Tarapacá (departamento peruano) que habían sido ocupados por un poderoso ejército chileno. La batalla de Tacna está magistralmente relatada por Roberto Querejazu Calvo en su libro “Guano, Salitre, Sangre”. A continuación se presenta un resumen de este relato.

El general Narciso Campero eligió a la meseta de Intiorco, a 10 Km de la ciudad de Tacna, para esperar y enfrentar al ejército chileno. Ubicó a las divisiones en sus sitios de combate, alternando a las peruanas con las bolivianas. Se hicieron ejercicios de defensa y ataque.

El ejército aliado en la noche previa al día de la batalla, hizo un intento fallido de sorprender al ejército chileno que estaba acampado a 11 Km en Quebrada Honda. Sorprendidos por la camanchaca o niebla del desierto, el ejército aliado se perdió en el terreno y tuvo que regresar a sus posiciones de combate, a donde llegaron entre las 6 y las 8 de la mañana. Cuando se disponían tomar desayuno, se produjo el toque de generala avisando que el ejército chileno se encontraba a la vista. Todos los batallones ocuparon el lugar que tenían señalado para enfrentar al enemigo.

El ejército aliado estaba distribuido en tres alas, el ala derecha comandada por el contralmirante Lizardo Montero, la del centro por el coronel Miguel Castro Pinto y la de la izquierda por el coronel Eliodoro Camacho. Estaba compuesto por 12.000 combatientes, 6.500 peruanos y 5.500 bolivianos. Como artillería tenía 17 cañones y seis ametralladoras. Su caballería no pasaba de 300 jinetes. El ejército chileno contaba con 19.600 combatientes, gran cantidad de baterías de montaña y campaña operadas por 1.950 hombres y una caballería de 2.300 jinetes.

El ejército boliviano estaba compuesto en su mayor parte por voluntarios sin ninguna preparación militar, los más antiguos habían estado en Tacna vegetando durante trece meses sin realizar ejercicios militares y los nuevos de la Quinta División habían llegado desgastados por la penosa marcha de cinco meses por el gélido altiplano. Algunos soldados, como los del batallón Loa, tenían experiencia de combate en Pisagua, San Francisco y Tarapacá. Otros tenían la experiencia de combates en los golpes de estado.

La batalla se inició con el duelo entre las artillerías, que no tuvo mayores efectos. Las unidades de la primera división del ejército chileno, con sus 3.200 combatientes, se lanzó en ataque contra el ala izquierda comandada por el coronel Camacho. Sus combatientes resistieron con mucho valor el ataque. El batallón Sucre compuesto por jóvenes adolescentes de la ciudad de Sucre, penetraron profundamente en el campo enemigo, pero a un costo muy alto que significó su aniquilación en un 81 %. Cuando la resistencia se hizo precaria, el coronel Camacho pidió al general Campero refuerzos, quien le mandó a los batallones Aroma y Colorados. Los dos batallones lograron recuperar el terreno perdido. Su avance fue detenido por el ataque de un batallón de la caballería chilena que lograron dispersar, pero ya no pudieron contra la tercera división chilena y tuvo que replegarse.

En las alas del centro y de la derecha los aliados combatieron también con mucho valor, resistiendo el ataque chileno de la segunda y cuarta división respectivamente. A las cuatro horas de combate, los aliados llegaron al límite de sus fuerzas. En cambio el ejército chileno contaba con la tercera división que recién comenzaba a entrar en combate, con su caballería casi intacta y con una reserva de 4.300 hombres. Superados numéricamente por el ejército chileno, sin contar con mayores refuerzos, los combatientes que quedaban, agotados y sin municiones, tuvieron que replegarse. El general Campero se reunió con el contralmirante Montero, jefes que habían sobrevivido al combate y el prefecto de Tacna, decidieron que el ejército aliado sobreviviente se retirase del campo de batalla. Los bolivianos iniciaron el camino de regreso a su patria.

En el camino de regreso, en Yarapalca, el general Campero escribió el 27 de mayo de 1880 al Presidente de la Convención Nacional: “Señor: el día de ayer, en una meseta situada a dos leguas de Tacna, después de un reñido y sangriento combate de 4 horas, fue deshecho el ejército aliado de mi mando. Hubo momentos en los que la victoria parecía balancearse, más la gran superioridad del enemigo, en número, calidad de armamentos y demás elementos bélicos, hizo inútiles todas mis disposiciones y los esfuerzos de los bravos defensores de la Alianza”.

 

II

Bolivia jugó su última carta en la batalla de Tacna para expulsar al ejército chileno, que había tomado por las armas el departamento del Litoral, junto con Perú que tenía ocupado su departamento de Tarapacá. Pero ambos países tenían que enfrentar a un ejército muy bien preparado. Bolivianos y peruanos combatieron con mucho valor, pero no pudieron con la superioridad del ejército chileno en hombres, armas y preparación militar. Los bolivianos que murieron en Tacna fueron tan héroes como Eduardo Abaroa, pensemos en los colegiales del regimiento Sucre, que renunciaron a una vida de bienestar y prosperidad que hubieran tenido en Sucre, con la riqueza de las familias a que pertenecían, para morir defendiendo al menos el honor de Bolivia.

La mujer boliviana estuvo presente en la batalla de Tacna. Después de la batalla, mujeres de pollera recorrían el campo de batalla buscando al esposo, a la pareja o al hijo, que no volvió a Tacna, algunas llevando una criatura en la espalda o llevando un niño de la mano. Cuando encontraban al que buscaban, caían de rodillas a su lado abatidas por el dolor. Era el compañero de vida al que habían seguido cargando víveres y ollas, para servirle de apoyo moral, cocinera y amante. El último servicio que le hacían era cavarle una tumba. También había madres que encontraban al hijo que había caído defendiendo a la patria.

Veamos el penoso camino que tuvo que recorrer el país para llegar a la batalla de Tacna, a la que nunca debía haber llegado.

Hacía el año 1842 comenzó la incursión de explotadores chilenos en el departamento del Litoral, junto con ocupaciones que hacía la armada chilena de territorio boliviano. El 20 de agosto de 1857, la corveta de guerra Esmeralda impuso el dominio de Chile hasta el paralelo 23, por encima de la bahía de Mejillones, donde se habían descubierto enormes depósitos de guano. Durante el gobierno de José María Achá se produjo una disputa entre un contratista que respondía al Gobierno Boliviano y otro que respondía al Gobierno Chileno, por la explotación del guano de Mejillones. El contratista chileno fue apresado por el Gobierno Boliviano. Como represalia el Gobierno Chileno envió dos barcos de guerra, que ocuparon el puerto de Mejillones y tomaron posesión de los depósitos de guano. Ante estas acciones de guerra, el Congreso Boliviano autorizó al poder ejecutivo a declarar la guerra a Chile. Para procurar un arreglo pacífico con el Gobierno de Chile, el Gobierno envió a Santiago a don Tomás Frías. El canciller chileno Manuel Tocornal, al final de las conversaciones declaró que “Chile no podía abstenerse de ejercer los actos propios de la soberanía en el territorio que posee”. Ante el fracaso de la misión, el Congreso Boliviano desistió de declararle la guerra a Chile, por carecer de los medios materiales para sostener una guerra con un país de mayor poder bélico, pero sin renunciar al derecho que tenía sobre el territorio usurpado.

La decisión del presidente Mariano Melgarejo de integrar la alianza que Chile formó con Perú y Ecuador para defenderse de una flota española que estaba amenazando su independencia, hizo cambiar la actitud de Chile con respecto al conflicto de límites que tenía con Bolivia. En reconocimiento del apoyo y la amistad que Bolivia le daba, Chile le ofreció que “podía redactar el tratado de definición de fronteras en los términos que le dictase la conciencia de sus derechos territoriales, Chile lo aceptaría sin regateos”. El canciller chileno Vergara Albano propuso que “si Bolivia lo prefería, Chile estaba dispuesto a firmar el tratado de límites”. El canciller boliviano Mariano Muñoz respondió que “no queriendo quedar a menor altura de sentimientos, ello podía aplazarse”. En mayo de 1866 la flota española se retiró y volvió a España. Una vez que desapareció la amenaza, el gobierno chileno cambió su actitud con Bolivia, ya no estaba dispuesto a hacer concesiones gratuitas y a renunciar al guano de Mejillones.

Lo que si obtuvo Bolivia es el tratado de límites de 1866, en el que se establecía que el límite entre los dos países era el paralelo 24 y que los beneficios del guano y los minerales que se encontraran entre los paralelos 23 y 25 se dividirían entre los dos países. Fundamentalmente se obligó a Chile a reconocer la soberanía de Bolivia sobre la península de Mejillones y el territorio al norte del paralelo 24.

El siguiente conflicto con Chile se produjo durante el gobierno de Agustín Morales, fue por la ubicación del yacimiento de plata que surgió en Caracoles. Según el gobierno chileno, el yacimiento estaba ubicado entre los paralelos 23 y 24, por lo que Chile tenía derecho a la mitad de los impuestos que se cobraban, por la exportación de los minerales de Caracoles. El conflicto se arregló amigablemente, según instrucciones del presidente Morales de evitar “un conflicto que le diese a Chile pretexto para apoderarse de todo el Litoral boliviano”. Se firmó un protocolo que reiteraba el tratado de 1866, que fue aprobado por Congreso Chileno y rechazado por el Congreso Boliviano.

 

III

Al haber sido rechazado el protocolo, el Gobierno Chileno envió una misión diplomática a La Paz para defender los intereses chilenos y exigir el cumplimiento del tratado de 1866. Habiendo fallecido el presidente Agustín Morales, fue reemplazado por don Adolfo Ballivián. En noviembre de 1873, la Asamblea Legislativa reunida en Sucre aprobó un impuesto del 6 % sobre la extracción de minerales en toda la república, lo que afectaba a la explotación de minerales en Caracoles. El representante chileno Walker Martínez advirtió que la aplicación del impuesto podría traer graves consecuencias, como el rompimiento de relaciones entre los dos países, lo que podría traer a su juicio “solo ruina y desprestigio”. Añadía que “la unión es lo que más conviene, para que la industria y el comercio prosperen en el Litoral, para beneficio de los dos países”.

Al Gobierno de Chile no le convenía un rompimiento con Bolivia, puesto que estaba en un serio conflicto de límites con la Argentina, que podría derivar en un conflicto armado, por lo que instruyó a su representante llegar a un acuerdo con el Gobierno de Bolivia. Con el representante boliviano Mariano Baptista decidieron, siguiendo los propósitos de sus gobiernos, en substituir el tratado de 1866 en uno nuevo. En un muy poco tiempo, redactaron un nuevo tratado, que firmaron el 6 de agosto de 1874. El tratado ratificó al paralelo 24 como límite entre las dos repúblicas y la partición de beneficios de los depósitos de guano que se encontraban entre los paralelos 23 y 24. El artículo cuarto estipulaba que las personas, industrias y capitales chilenos que operaban dentro de estos paralelos, no sufrirían ningún aumento en los impuestos por 25 años.

El presidente Ballivián falleció y asumió la presidencia don Tomás Frías. Los sectores políticos que querían llegar al gobierno, tomaron como bandera política la oposición al tratado. El ministro Mariano Baptista tuvo que defenderlo muy acremente en las sesiones a la que fue llamado por la Asamblea Legislativa. Justificó la partición de beneficios, porque era la única solución práctica para conciliar los intereses de los dos países. Justificó el artículo cuarto, con un análisis que hizo de la situación en que se encontraba el Departamento del Litoral, desconectado del territorio nacional y donde “apenas se deja sentir el aliento de la vida civil y política del interior, donde no podemos intervenir ni con los elementales recursos de la vida económica”. Expuso la cruda realidad de la ocupación chilena del Litoral, la poca presencia de población boliviana y la ausencia de capitales bolivianos. Finalmente el tratado de límites fue aprobado por la Asamblea.

Entre los paralelos 23 y 24, el salitre fue la tercera riqueza que ocasionó el conflicto por el que el gobierno de Chile procedió a ocupar el Departamento del Litoral. Durante el gobierno de Mariano Melgarejo comenzó la explotación del salitre por la sociedad Melbourne Clark y Compañía, constituida por capitales británicos y chilenos. Durante el gobierno de Agustín Morales, la sociedad obtuvo una superficie para explotar salitre, donde se encontraban los yacimientos Salar del Carmen y Las Salinas. Para explotar los dos yacimientos, la sociedad que era de responsabilidad limitada, se convirtió en sociedad anónima con la emisión de bonos en la bolsa de Santiago. La nueva sociedad tomó el nombre de “Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta”.

Antes de que se realizaran las elecciones para elegir al presidente de la república, el general Hilarión Daza apresó al presidente interino Tomás Frías y se declaró presidente. El 10 de febrero de 1878 la Asamblea aprobó un impuesto de 10 centavos por quintal de salitre explotado por la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta. El presidente Daza decidió hacer efectivo el cobro del impuesto, ignorando la nota que el representante chileno presentó, haciendo saber que el Gobierno de Chile “daría por anulado el tratado de 1874, si se insistía en la vigencia del impuesto de 10 centavos”. También ignoró la disposición del Gobierno de Chile de discutir “tranquila y amigablemente para arribar a un acuerdo común y si ello no fuera posible, habría llegado la oportunidad de entregar el punto controvertido al fallo de una potencia amiga”. Desdeñó también la oferta de Aniceto Arce de construir un ferrocarril que uniese el Litoral con el interior del país, lo que Arce hizo cuando el Litoral ya estaba en poder de Chile.

El Gobierno ordenó al prefecto de Antofagasta Severino Zapata, a hacer efectivo el cobro del impuesto de 10 centavos por quintal de salitre exportado por la Compañía de Salitres. El cobro no se hizo efectivo y el prefecto procedió al embargo y al remate de los bienes de la compañía. El prefecto Zapata advirtió al gobierno de la imposibilidad de realizar el remate, de las acciones agresivas de la población chilena y la inminente intervención de Chile, por “las destempladas notas que se han cambiado con el cónsul de Chile, … y por la presencia en nuestras costas de un buque de guerra”. No obstante estas advertencias, el prefecto fue conminado, por decisión del presidente, de llevar a efecto todos los efectos del juicio coactivo, hasta obtener la adjudicación de los bienes de la compañía en favor del fisco. Finalmente el gobierno dispuso la rescisión del contrato con la Compañía de Salitres, creyendo que no habiendo contrato, no había a quien cobrar el impuesto. No habiendo impuesto, no había violación del tratado de 1874 y no cabría alguna intervención del Gobierno de Chile, que ya había decidido la ocupación de Antofagasta.

 

IV

Al amanecer del 14 de febrero de 1879 llegaron a Antofagasta los buques de guerra Cochrane y O´Higgins. A las ocho, del Cochrane bajó un bote con un capitán y una tropa de soldados y entregaron un mensaje al prefecto Zapata del “Comandante en jefe de las Fuerzas de Operaciones en el Litoral Boliviano”, que decía: “Considerando el Gobierno de Chile roto por parte de Bolivia el Tratado de 1874, me ordena tomar posesión con las fuerzas de mi mando del territorio comprendido en el grado 23”.

Chile podía haber reivindicado sus derechos en el territorio comprendido entre los paralelos 23 y 24, pero inició una guerra de conquista con el fin de apoderarse del Departamento del Litoral de Bolivia y del Departamento de Tarapacá del Perú. Chile reunió un fuerte ejército en Antofagasta y concretó la toma del Litoral boliviano. Solo encontró una débil resistencia de 135 defensores en Calama el 23 de marzo de 1879. Con buques blindados de mayor calibre, la armada chilena capturó al Huáscar, el único buque de guerra que tenía el Perú, con lo que obtuvo el dominio sobre el mar. Para la conquista del Departamento de Tarapacá, el ejército chileno desembarcó en Pisagua. En San Francisco derrotó al ejército Perú boliviano, ocasionando su desbande. Con lo que quedaba del ejército peruano (incluyendo el regimiento Loa boliviano) y el ejército boliviano, que improvisadamente se pudo reunir en Tacna, los aliados se dispusieron en Tacna a presentar batalla al ejército chileno, cuyo relato hemos presentado en la primera parte de este artículo.

De regreso a La Paz, el general Narciso Campero recibió un correo, en el que se le comunicaba que la Convención Nacional lo había elegido como Presidente Constitucional de la República. Durante su presidencia, Mariano Baptista fue enviado a Tacna a negociar un tratado de paz con su amigo personal Eusebio Lillo, gobernador de los territorios ocupados. En la primera entrevista, Lillo presentó a Baptista un memorándum en el cual Chile le ofrecía a Bolivia entregarle los territorios de Arica, Tacna y Moquegua, la construcción de un ferrocarril del Litoral a los departamentos del sur, crédito para construir otro de la costa a los departamentos del norte y libre tránsito a perpetuidad por los puertos chilenos. El tratado ligaba a los dos países en una unión de sus intereses comerciales, industriales, políticos y de defensa. Como paso previo para discutir y arribar al tratado, podría fijarse una tregua. Baptista envió el memorándum a La Paz y pidió plenos poderes para firmar la tregua. Lillo pidió también poderes a Santiago, los cuales le fueron concedidos, pero a Baptista le fueron negados. Una de las razones era que no se podía sacrificar al aliado y había que consultarle previamente.

Agobiado por la ocupación chilena, que era prácticamente solo de Lima, Perú firmó el 20 de octubre de 1883 el tratado de Ancón, que dio a Chile “la propiedad perpetua e incondicional del Departamento de Tarapacá” y la posesión de Tacna y Arica hasta que un plebiscito, a realizarse en 1893, decidiese su soberanía. Con este tratado, el Perú comprometió radicalmente la soberanía de Bolivia sobre el Litoral y la posibilidad de obtener Arica y Tacna como una alternativa de salida al mar.

Ante la amenaza de una invasión y por la difícil situación en que se encontraba el país, el gobierno decidió enviar una misión diplomática a Santiago a negociar un acuerdo de paz, que asegure las condiciones indispensables para la supervivencia de Bolivia, una de las cuales era una salida soberana al mar. Pero los enviados Salinas y Boeto tuvieron que firmar el 4 de abril de 1884 el documento de tregua impuesto por el Gobierno de Chile, a fin de evitar una invasión que tenía preparada este gobierno.

Durante los gobiernos conservadores de Gregorio Pacheco, Aniceto Arce y Mariano Baptista se realizaron gestiones para obtener la posesión de Arica y Tacna, que no prosperaron. El primer presidente liberal coronel José Manuel Pando, que después de la batalla de Tacna era (como todos los miembros del partido liberal) partidario de seguir guerreando contra Chile, pero ya habían pasado 20 años de la batalla de Tacna y la cruda realidad era que Bolivia ya no podía hacer nada para restablecer su calidad de país con territorio marítimo. El presidente Pando y su gobierno asimilaron la situación y adoptaron una nueva política basada en obtener de Chile una compensación económica para construir ferrocarriles que uniesen a Bolivia con el océano Pacífico y vinculasen internamente sus principales ciudades y facilidades para realizar su comercio exterior a través del Pacífico.

El gobierno del presidente Pando inició conversaciones para negociar un tratado de paz siguiendo los lineamientos de su nueva política. El tratado de paz fue firmado por su sucesor don Ismael Montes el 20 de octubre de 1904, que reconoce a Chile el dominio absoluto y perpetuo del Departamento del Litoral, el compromiso de construir un ferrocarril desde el puerto de Arica hasta la ciudad de La Paz, el pago de obligaciones por garantías para construir ferrocarriles a lo largo de todo el territorio, la entrega de la suma de 300.000 libras esterlinas y el reconocimiento a Bolivia del más libre tránsito comercial por su territorio y puertos del Pacífico.

 

V

El tratado de 1904 significó para Bolivia la pérdida de su Litoral, hecho que nunca fue aceptado por los bolivianos. Se considera que Bolivia sufrió por parte de Chile una usurpación injusta y violenta de ese territorio marítimo y que tiene derecho a una salida soberana al océano Pacífico. En los 120 años que han pasado del tratado de 1904, se han hecho gestiones ante organismos internacionales para obtener una salida soberana al mar, que no tuvieron éxito y que culminaron con la gestión del gobierno de Evo Morales ante la Corte Internacional de Justicia, que en 2018 ratificó la vigencia del tratado de 1904 y dictaminó que Chile no tenía nada que reconocer a Bolivia.

Los que negociaron el tratado de 1904, José Manuel Pando e Ismael Montes, reconocieron que la pérdida del Litoral era irreversible, que la obtención de una salida soberana era impracticable y que lo mejor para Bolivia era aceptar la cruda realidad y concentrarse en el desarrollo del país. La mejor aproximación que tuvo Bolivia para lograr la reivindicación marítima, fue cuando Pinochet ofreció un corredor situado en su frontera con el Perú. Lo hizo porque temía que se produjera un conflicto armado con la Argentina y Bolivia se convirtiera en aliado de esta nación.

El fuerte sentimiento de reivindicación marítima de los bolivianos, se ha expresado en un profundo resentimiento con los chilenos, en muchos casos con un patriotismo barato de odiar a Chile y con gobiernos que usaron la reivindicación, como una política de buscar el apoyo popular. Evo Morales creyó que logrando la reivindicación marítima, se iba consagrar como el eterno gobernante del país. Se han presentado proposiciones absurdas como la de no utilizar puertos chilenos, cuando se eligen los puertos para la exportación considerando el aspecto económico y para la importación, las que eligen los puertos son las compañías navieras. La consigna para la caída del gobierno democrático de Gonzalo Sánchez de Lozada fue que no se exportara gas por un puerto chileno y ahora se utiliza el puerto de Arica para importar combustibles y quizá se tenga que usarlo para importar gas.

El sentimiento de enclaustramiento no tiene mucha validez, ya que no tenemos costa marítima, pero nuestra situación geográfica no ha cambiado, estamos cerca al mar y se tiene una conexión íntima con el océano Pacifico. Desde que apareció el hombre en la costa y en el altiplano, tuvieron entre sus habitantes una relación estrecha, incluso familiar. El agua dulce de la costa proviene de las montañas. Tarapacá y Atacama fueron parte del imperio de Tiwanaku. Esa relación continúa en el presente. Arica, Iquique y Antofagasta se relacionan económicamente más con Bolivia que con el resto de Chile. El folclore del norte de Chile es el folclore boliviano. Hay que recordar que Arica, que nunca fue boliviano, ha sido el puerto histórico de Bolivia y sigue siendo el puerto que sirve a la economía del país y es el destino de los bolivianos para disfrutar del mar. Iquique es el puerto donde los bolivianos adquieren mercaderías de valor y Antofagasta es el puerto que sirve a Bolivia para la exportación de sus minerales.

La historia ha demostrado que es mejor estar en buenas relaciones con Chile, que estar en guerra con él. No se puede culpar a los chilenos de hoy día por la pérdida del Litoral, fueron los chilenos de hace más de 140 años los que nos lo arrebataron. Pero es también verdad que los bolivianos de ese tiempo, no hicieron lo que se tenía que hacer para conservarlo y habido la actuación de un caudillo irresponsable, que solo quería gozar del poder, el que llevó a Bolivia y Perú a una guerra que nunca debía haber ocurrido.

En los primeros 55 años de la república, Bolivia era un feudo de los caudillos, prácticamente no había país. A los 145 años de la batalla de Tacna, gracias al gobierno de un caudillo de la misma laya que el caudillo de ese tiempo, Bolivia se encuentra en similares condiciones. Es un país con una aguda crisis económica, al que nuevamente se tiene que reconstruir. Se tiene que restituir la justicia, el estado de derecho y el principio de autoridad. No se tiene instituciones que manejen el aparato del estado. Lo que se ha instituido son los bloqueos, la toma de propiedades, el contrabando, la minería ilegal, la quema de bosques y el irrespeto a la ley. El caos y el desorden imperan en el país.

jueves, 17 de abril de 2025

El ministro de economía

 

Cuando se produjo la caída de los precios del petróleo, lo cual traería consigo la baja en los precios del gas, el ministro de economía Luis Arce Catacora del gobierno de Evo Morales declaró a la revista Nueva Economía, que esto no sería mucho problema para la economía boliviana puesto que ésta “a partir de 2016 empezará a recibir los recursos de la industrialización y de las empresas estatales en actual proceso de consolidación. Vamos a empezar a recibir los réditos de haber invertido en su momento. Las carreteras van a estar concluidas, los proyectos de industrialización del litio, el Mutún, las plantas de cemento, las hidrometalúrgicas, las carreteras. Eso significa mayor crecimiento económico”.

Según las declaraciones que hizo allá por 2014 el ministro de economía Luis Arce, los réditos de las inversiones que se hicieron con los cuantiosos recursos que tuvo el gobierno por las exportaciones de gas, tenían que haber producido ingresos de moneda extranjera que repondrían las reservas internacionales, en primer lugar con el pago de las deudas que fueron contraídas con el Banco Central y con los beneficios por encima de los costos de inversión y operación que hubieran producido las inversiones.

Evidentemente si se hubiera invertido bien, se hubieran creado otras fuentes de ingreso para el país, pero los más de 50.000 millones de $US de ingresos que tuvo el gobierno fueron despilfarrados en elefantes blancos, empresas deficitarias, proyectos antieconómicos como los de construcción de carreteras y aeropuertos, gastos innecesarios como edificios, canchas y estadios de futbol, gasto corriente excesivo y la consiguiente corrupción y sobreprecio que implicó la contratación de las empresas encargadas de la construcción de las obras. En el programa de construcción de carreteras, en el que se embarcó el gobierno, se gastaron 11.000 millones de $US y el país sigue teniendo una pésima red de carreteras, en la cual los transportistas se niegan a pagar los peajes por el pésimo estado en que se encuentra.

Durante el tiempo de bonanza, cuando el país tenía las más altas tasas de crecimiento de la región y que el gobierno declaraba como muestra del éxito de su modelo económico, el ministro de economía era calificado como el mejor ministro de economía de la región. En cierta ocasión un periodista, en una entrevista con el ministro Arce, lo llamó “super Lucho” a lo que Arce respondió que el único super que había era el superavit. Este efectivamente duró hasta que se dejó de percibir los enormes ingresos que recibía el país, principalmente por la exportación de gas natural. Por más de una década, el gobierno con Luis Arce de ministro de economía y presidente de la república, gasta más que los ingresos que recibe, lo que ocasiona déficits por encima del 8 %. El gobierno después de la bonanza siguió gastando como si ésta no se hubiera acabado.

La responsabilidad por la economía la tiene en primer lugar el presidente, pero el presidente Evo Morales se dedicaba a viajar, a jugar futbol, a participar en agasajos que le preparaban sus adherentes, a buscarse niñas adolescentes, se dedicaba solo a divertirse. La administración del estado la realizaban el vicepresidente y los ministros de la presidencia, de gobierno y el ministro de economía, que supuestamente debía haberse ocupado del manejo de la economía. Este manejo no existió y lo que primó fue el despilfarro de los recursos del estado. En una entrevista, un periodista le preguntó al ministro Arce si aprobaba los gastos dispendiosos que hacían los ministerios, a lo que respondió que cada ministerio tenía su propia política económica. O sea tampoco existía la necesaria coordinación entre los ministerios. Esto explica porque el presidente Arce declaró que la falta de combustibles no era culpa de él, ya que no fue ministro de hidrocarburos.

La elaboración de los presupuestos generales de la nación durante el gobierno de Evo Morales estuvieron bajo la responsabilidad de Luis Arce como ministro de economía. El presupuesto tiene que estar dirigido a buscar el mejor uso de los recursos del estado, a contener proyectos de inversión que tengan rentabilidad y a equilibrar los ingresos con los egresos. Los presupuestos del ministro Luis Arce nunca tuvieron estos objetivos básicos. Como consecuencia de la falta de inversiones en la exploración de hidrocarburos, los ingresos que proporcionaban las exportaciones de gas se redujeron y los egresos no se redujeron en la misma medida, lo que provocó el gran déficit fiscal que sufre la economía por más de una década. La caída de los ingresos por las exportaciones de gas ha producido una grave escasez de dólares y ha mermado la capacidad del gobierno para importar combustibles subsidiados, que ha ocasionado también una escasez de combustible. Estos son las principales causas de la grave crisis económica que sufre el país, cuyos responsables son Evo Morales Ayma y Luis Arce Catacora.