Conocí a José Antonio
Zelaya en la Facultad de Ingeniería Civil de la Universidad Mayor de San
Andrés, institución donde comenzó la enseñanza de la ingeniería civil en
Bolivia. Era catedrático de Geodesia. El decano era el Ing. Hugo Mancilla, gran
maestro de varias generaciones de ingenieros civiles.
En los años 60 no había
GPS, entonces la medición geográfica era muy difícil y la geodesia era una
materia árida, pero el catedrático Zelaya hacía que sus clases sean muy amenas,
porque era un excelente expositor. Además estaba encargado del laboratorio de
física cósmica, que estaba ubicado en la montaña de Chacaltaya. Tenía que ir
continuamente a revisar y registrar la información que obtenían del cosmos los
instrumentos instalados en aquél, lo hacía en su vehículo land rover. Para
estos viajes nos invitaba a los alumnos, a mí me tocó ir varias veces. En esos
años la montaña de Chacaltaya tenía nieve y tenía una pista de sky. Con unas
bolsas de tela fuerte que tenía, podíamos deslizarnos por la pista, lo cual nos
divertía mucho.
Para cada curso organizaba
una velada en la cabaña que había en Chacaltaya. Nunca olvidaré la que me tocó
vivir, salimos en la noche a ver el cielo estrellado que mostraba una belleza grandiosa,
que hacía alabar la creación de Dios. Con la exposición de José Antonio sobre
lo que es el universo, compuesto de nuestra galaxia y de miles de millones de
galaxias, quedamos extasiados ante tanta belleza. En la mañana, el espectáculo
del paisaje era también hermoso, con la vista de los valles y las otras
montañas. Vimos un espectáculo que solamente la montaña y ese tiempo podía
ofrecer. Siempre se ve a los aviones arriba en el cielo encima del horizonte,
pero esta vez vimos un avión volando abajo en el valle de Zongo, era de los
aviones a hélice que iban a Alto Beni o al Beni y que tenían que usar al valle
como una pista de transporte. Realizaban viajes muy peligrosos y a menudo terminaban
estrellados.
Después de egresar de la
Facultad de Ingeniería Civil, fui asignado a la Escuela Militar de Ingeniería
(EMI), para cumplir con mi postergado servicio militar. El comandante de esta
unidad militar era el Cnel. José Antonio Zelaya. En 1971, la EMI formaba
solamente ingenieros militares. Mi actividad en la EMI consistía principalmente
en colaborar en la enseñanza de la ingeniería, se me asignaron dos materias.
Como parte de mi instrucción militar asistía todas las mañanas a la instrucción
de la tropa de soldados que tenía la EMI y en ocasiones los oficiales
estudiantes complementaban esa instrucción en sesiones especiales. El
comandante Zelaya también me asignó la tarea de impartir clases de matemáticas
y algebra a los suboficiales que cumplían sus funciones militares en la EMI.
Sobre todo, participaba de todas las actividades de la EMI. Tenía que estar
presente en los partes de los días lunes. En una sola ocasión tuve un castigo y
estuve detenido por 24 horas en las instalaciones de la EMI. Obtuve el grado de
subteniente de reserva. Disfruté de la camaradería con los oficiales
estudiantes y en particular hice amistad con dos tenientes, que lastimosamente
fallecieron a los pocos años de amistad.
La gran aventura que viví
con José Antonio Zelaya fue la expedición que organizó para ir caminando hasta
Caranavi por el valle de Zongo. Partimos de la Central Hidroeléctrica de la
Bolivian Power. Al comienzo encontramos sendas donde la columna podía
desplazarse, pero estas ya no las pudimos encontrar. El terreno se volvió
escarpado y boscoso. Yo iba junto al comandante, presidiendo a la columna
compuesta por toda la EMI. El avance se tornó muy dificultoso por la ladera
boscosa, hasta que después de avanzar muy poco durante el día, se vino la
noche. El comandante decidió que bajáramos hasta el río. Bajando nos dimos
cuenta que estábamos en un cañón cerrado sin playa para acampar. Quedamos
colgados en la ladera vertical. Se avisó al resto de la columna de la situación.
Por suerte, estaba con nosotros un oficial especialista en montaña, que tendió
una cuerda por la que pudimos subir hasta un lugar más seguro. Pasar la noche
en ese lugar seguía siendo peligroso, te podías dormir y caer al río que se
llamaba Cielo hawira, así que se decidió volver al lugar de donde partimos, que
nos tomó gran parte de la noche. Fue difícil encontrar el camino, hasta que
pudimos dormir con seguridad en la playa de donde partimos.
Después de terminada su
carrera militar, compartí una estrecha amistad con el Gral. José Antonio Zelaya
y su esposa Lucero, a través del Club de Tenis La Paz y de la íntima amistad
que tengo con sus hijos Carmiña, Teresa, José Antonio y Oscar y su yerno Armando
Villegas. En el Club de Tenis, compartimos por lo menos una charla y
ocasionalmente juegos de tenis y reuniones. José Antonio fue el comandante del
grupo de viejos jugadores de tenis que se llamaban Jurassic Park. A través de
sus hijos, especialmente de Carmiña, estuvimos con mi esposa en contacto
permanente con José Antonio y su esposa y compartiendo con ellos en reuniones y
festejos.
Durante su vida fue
ministro de minería y embajador, personas que trabajaron con él cuando fue
ministro enviaron cartas de condolencia. Fue miembro de la Academia de Ciencias
de Bolivia, de la agrupación Amautas y del Rotary Club de La Paz. Su vida
estuvo dedicada al servicio de su patria y al servicio de los demás, con
sencillez y humildad. Hasta pronto querido maestro, comandante y amigo.
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